La tercera década de la vida, estar en el tercer piso o ser una treintona da un chingo de miedo porque sientes que te estás haciendo señora (palabra que aterra y jamás estaremos listas para escuchar), pero cuando te pones flojita y fluyes, te das cuenta que en esta etapa aprendes a darte mucho amor propio de calidad.
Es por eso que a dos días de cumplir 38 y sentirme fabulosa y agradecida (además de sin una gota de bótox) reflexioné sobre los 30 actos de amor propio que me he regalado durante esta tercera década y estoy segura que te identificarás.
- Elegirse: Llega un momento en la vida en la que te cansas de complacer a los demás y prefieres pensar primero en ti. Está bien decir que no y elegirte primero, de hecho esa será la mejor decisión que puedes tomar siempre: tú.
- Comer mejor: Si no te comienzas a cuidar tu cuerpo solito comenzará a cobrarte la factura, así que el desayuno de campeones de pizza y cerveza se acabó. A los treinta y tantos es un triunfo despertar con el estómago desinflamado. ¿A poco no?
- Dormir mejor: La vida laboral es mayormente productiva a los 30, así que se necesita dormir y descansar mejor para soportar el estrés y todo lo que se acumule. Es un lujo desvelarse y se hace de vez en cuando, pero ya no es un hábito.
- Decir lo que no nos gusta de una relación: Esto aplica para todo tipo de vínculo, no sólo el romántico. Por bien propio y por tener responsabilidad afectiva con los demás es importante externar lo que no queremos y si la otra persona realmente nos ama o aprecia, lo entenderá.
- Irse: Es de los mayores placeres que tenemos a los treinta y tantos, ya que no tenemos que quedarnos en ningún lugar por compromiso. Contamos con los medios para trasladarnos y alejarnos cuando comenzamos a sentir incomodidad.
- Viajar: En esta etapa de la vida se está mejor económicamente gracias al trabajo propio, así que darse esas vacaciones soñadas es posible y lo mejor es que esto se puede repetir una y otra vez.
- Construir o crear: Precisamente en esta etapa se empiezan a construir los proyectos de vida, que pueden ser un hogar, una familia, un negocio o un emprendimiento. Crear para ti es el mayor acto de amor propio y en los 30 se comienzan los cimientos de los sueños.
- Valorar la casa: Están padres las aventuras y andar de “pata de perro” pero volver al hogar es de las cosas más satisfactorias, por ello la casa se convierte en un tesoro invaluable.
- Entender mejor a los papás: Por fin se llega a la madurez y se deja la rebeldía de lado, así que se comienzan a entender mejor a los viejos y si se tienen hijos, con mayor razón. La relación con tus padres se vuelve más hermosa en esta etapa. Disfrútalos porque la vida vuela.
- Sobrinear: Tengas o no hijos, pasar tiempo con los sobrinos es uno de los actos de amor propio más especiales. Esa conexión con esas personitas que te inyectan energía, ternura y diversión es necesaria.
- Amar mejor: Los dramas van quedando atrás, te haces más responsable de tus emociones y aprendes a amar más sano y más bonito. Además ya das tiempo de calidad y eso es más valioso que cualquier otra cosa.
- Placer de calidad: En esta etapa conocemos mejor nuestro cuerpo y ya tenemos experiencia en el ámbito sexual, así que el placer es de mejor calidad y, por lo tanto, también lo son los orgasmos. Además ya no nos da pena pedir lo que nos gusta o hacer cosas nuevas para salir de las rutinas.
- Conocer: En más de 30 años la relación con NOSOTRAS mismas mejora y también nuestros impulsos, pues aprendemos a identificar conductas y reacciones, lo cual nos hace madurar emocionalmente.
- Ceder: Esa parte de la vida en la que ya no te importa tener la razón, ganar o aferrarte es la mejor. Valoras más tu paz mental y tu salud en general por lo que estás dispuesta a ceder y fluir y esto le suma mil puntos al amor propio.
- Elegir las batallas: Sabes que cuando comiences una discusión es porque estás dispuesta a ganarla, a perderla o a conciliar, pero la mayoría de las veces ya ni te preocupas por eso y sigues la vida, ya no peleas por todo, no hay tiempo.
- Llorar sin sentir pena o miedo: Creo que entre más años se cumplen más chillonas nos volvemos, este es el primer síntoma de crecer. Así que lloras en público de felicidad o de tristeza y hasta te das tus momentos de lágrimas porque son necesarios. Una lloradita y a seguir la vida.
- Soltar la culpa: Aprendes a no vivir presa de ese sentimiento tan desgastante, a aceptar cuando te equivocas, a mejorar y a seguirle porque la paz es primero.
- Decidir mejor: Precisamente como nos conocemos mejor es que sabemos qué queremos y cómo lo queremos, así que desde la decisión más básica hasta la más importante se hace de la forma más consciente.
- Escuchar nuestra voz: Esto no quiere decir que el mundo nos valga pero sí aprendemos a escucharnos primero a NOSOTRAS.
- Perdonar: Esto sí debería ser de medalla; aprender a perdonarnos y a perdonar a los demás es un gran acto de amor propio y es necesario para vivir en plenitud. Y, por lo tanto, también sabremos asumir nuestros errores y a poner límites sanos a los demás.
- Elegir a la tribu: A los treinta y tantos comienzas a discernir tus vínculos y tus relaciones, así que te quedas solamente con las que más te aportan, con las que más te apoyan, con las que te dan amor y paz. Comienzas a forjar la tribu más incondicional con la que quieres seguir compartiendo la vida.
- Amar la soledad: No importa si estás en pareja o no, en esta época de la vida aprendes a valorar el tiempo para ti e incluso comienzas a dártelo. Así que abrazar la soledad y disfrutarla de vez en cuando es básico para el amor propio y el bienestar.
- Divertirse mejor: Ya no vas a todas las fiestas o todos los eventos pero cuando decides reventarte lo haces mejor y con más gusto. Después de los 30 una se da permiso de “destruirse” en una buena fiesta y también se vale.
- Autocuidado: Ya somos adultas responsables que dependemos de NOSOTRAS mismas así que no podemos correr a pedirle a los demás que nos solucionen la vida, por lo tanto, nos cuidamos mejor y ya no corremos riesgos absurdos.
- Comenzar de cero sin miedo: A veces la vida nos hará sentir que debemos cambiar el rumbo por completo porque nos sentimos perdidas, podemos asumir el reto de modificarlo todo por el bien propio, pero sabemos que aunque se tenga miedo siempre hay una nueva oportunidad para recomenzar.
- Dejar ir: Aunque hay ausencias que nos duelen hasta el alma, la vida a esta edad nos enseña que las despedidas son necesarias también y son parte del aprendizaje o de la vida misma. No todos los “adiós” que pronunciamos son definitivos ni malos.
- Amar el silencio: Tener un momento a solas de completo silencio es uno de los placeres de los treintones y es porque descansamos de la vida para reiniciarnos.
- Priorizar: Aprender a organizar mejor nuestro tiempo es fundamental para no vivir en estrés, así que priorizar las actividades es la mejor opción para no terminar con una úlcera gástrica. Y también se vale no poder con todo y enfocarse solamente en lo que es más importante para NOSOTRAS.
- Agradecer: La gratitud es otro de los síntomas de que estamos creciendo pero es un hábito hermoso. Seguro ahora agradeces todo el tiempo lo que eres y lo que tienes y eso se convierte en un ritual de atracción y de abundancia. Si lo haces a diario verás cambios positivos en tu vida.
- Vivir: De los 0 a los 9 aprendemos a respirar, a alimentarnos, a caminar y a descubrir; de los 10 a los 19 aprendemos a divertirnos, a redescubrirnos y a sentir; de los 20 a los 29 aprendemos a arriesgarnos, a probar y a resistir; pero de los 30 a los 39 aprendemos a vivir plenamente y ese es el mayor acto de amor propio.
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