Dicen que la belleza cuesta, y una popular tendencia de la época victoriana llevó esta frase a un verdadero límite, al existir un producto que ponía en riesgo a quienes lo usaban por tratarse de una sustancia altamente tóxica. Hoy te hablaremos de cuando el arsénico se usaba para la belleza.
La industria cosmética se encuentra en constante renovación, siempre a la búsqueda de ofrecer a los consumidores productos de la más alta calidad; es decir, que además de cumplir con los objetivos propios de cada uno, no atente contra la salud de quienes los utilizan o se generen resultados contraproducentes.
El minucioso control dentro de esta industria no siempre fue así, y hubo épocas en las que se comercializaban prácticas de belleza nocivas. Una de las más sonadas debido a la peligrosidad que su uso generaba, fue la tendencia de utilizar arsénico para generar cambios en la piel.
Si te estás preguntando cómo era esto posible, aquí va la respuesta.
¿Por qué el arsénico es peligroso?
El arsénico es un elemento químico presente en la tierra y algunos minerales. Generalmente es utilizado como plaguicida, lo que te puede dar una idea de por qué la exposición directa a él resulta perjudicial para la salud.
De acuerdo con MedlinePlus, estar expuesto directamente al arsénico podría causar desde verrugas y otras alteraciones en la piel, hasta la muerte.
Precisamente, su uso como producto estético estaba relacionado con las modificaciones que ocasiona en la piel. En la época victoriana llegó a ser muy cotizado cuando surgió una tendencia por aclarar la piel a niveles exagerados.
Por qué el arsénico se usaba para la belleza
La etapa victoriana comprende un período de la historia de Gran Bretaña en la que tuvo su mayor esplendor el Imperio Británico y se dio la cúspide de la Revolución Industrial en el Reino Unido; abarcó del año 1837 al 1901, coincidiendo con el mandato de la reina Victoria.
Esta época estuvo marcada por epidemias que ocasionaron estragos considerables, una de ellas por tuberculosis.
Por más increíble que parezca, los efectos de esta enfermedad llegaron a romantizarse entre la población victoriana y a raíz de ello surgieron diversas modas, como la peligrosa tendencia de utilizar arsénico para tener una piel casi tan blanca como quienes padecían tuberculosis.
En el libro “El culto de la belleza”, de Lyn Federle Orr y Stephen Calloway, hace un recuento del conocido como “quiebre cultural” que existió durante la época victoriana, en el que se estableció qué era lo bello ante los ojos de la sociedad, y teniendo como consecuencia el surgimiento de comportamientos o actividades nocivas en búsqueda de la aceptación.
En la industria cosmética, el arsénico tenía como objetivo principal blanquear la piel de quienes la usaban, al grado de una palidez preocupante, justo como lucían las personas con tuberculosis. Así, el arsénico se usaba para la belleza.
Para conseguirlo las mujeres, quienes eran las principales consumidoras de este tipo de productos, solían recurrir a jabones, cremas, obleas y otros tratamientos hechos a base de este componente tóxico.
Los llamados “baños de arsénico” prometían cambios en el cutis, eliminar acné, espinillas e imperfecciones, y se permitía la publicidad y distribución de los productos con arsénico sin advertir las consecuencias que la exposición prolongada trae consigo.
Una era oscura para la belleza
Con el tiempo se hicieron evidentes las repercusiones a la salud de usar este material como aliado de belleza, ocasionando llagas en la piel y anemia, hasta que se prohibió su comercialización para estos fines.
Actualmente no existe ningún tratamiento cosmético que incluya el arsénico en sus ingredientes y hay más información acerca de cómo atenta directamente a la salud de quienes mantienen contacto con este componente sin los cuidados que su peligrosidad natural requiere.
Pese a ello, se han documentado casos de productos que tienen otros material nocivos, como el sonado caso del plomo en los labiales, principalmente en aquellos que no están regulados bajo las normas de salubridad y seguridad requeridas.
Para evitar vivir una experiencia que pueda poner en riesgo tu integridad, te recomendamos verificar los componentes de cada cosmético, crema o tratamiento estético al que recurras. Principalmente a aquellos que tendrán contacto directo con tu piel o mucosas.
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