¿Qué significa ser resiliente? La American Psychological Association afirma que es la capacidad de “adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia o amenaza…” Pero lo que realmente significa es tener ganas de vivir pese a todo pronóstico.
Tal es el caso de Lalita Sánchez, quien soñaba con formar una familia y por ello se casó joven; sin embargo, su príncipe azul se convirtió en un verdugo que fue “acabando” con ella progresivamente.
Su esposo se lo quitó todo, menos su fortaleza y sus ganas de vivir. Lalita es más que un ejemplo de resiliencia; es una inspiración y hoy en 1, 2, 3 X NOSOTRAS nos comparte su historia.

Laura del Carmen Sánchez fue criada solamente por su papá; su mamá murió el día en que nació por una dificultad en el parto.
Su niñez fue hermosa, su papá no sólo le dio amor y atención, sino todo lo que necesitaba para ser feliz; sin embargo, cuando él decidió volver a casarse, su vida dio un giro, ya que su madrastra la violentaba y la orilló a querer huir de casa a temprana edad.
Conoció a David, su primer y único amor, en una fiesta de 15 años. Ella quedó encantada al verlo vestido de chambelán, como cadete del colegio militar.
Pensó que era su príncipe azul, el que la rescataría de su malvada madrastra y con quien iba a cumplir su deseo de formar un hogar con una familia grande, la que no había podido tener.
El inicio de su relación fue de cuento de hadas, ella estaba encantada y su novio todavía no le mostraba su verdadera personalidad violenta.
Un día, David le pidió “la prueba de amor”, le prometió casarse con ella más adelante, pero que antes quería “hacerla su mujer”.
Aunque ella no se sentía lista para comenzar su vida sexual, accedió por miedo a perderlo. Por ello es que su primera vez la recuerda con tristeza y dolor.

Tiempo después, sí se casaron. Ella fue criada tradicionalmente y en ese momento la sociedad todavía no vivía el despertar feminista de hoy en día, por lo que aguantar lo que fuera para no perder su relación de pareja era algo normal.
Su esposo siempre la puso en segundo lugar en su vida, por debajo de sus padres. Es decir, los suegros de Lalita estaban antes que ella, así que tenía que conformarse con migajas de tiempo, de amor y hasta de dinero.
Ella piensa que está pagando un karma pues los primeros años de su vida fueron maravillosos, nunca le faltó nada, pero cuando se casó, le comenzó a faltar todo y eso hizo que se fuera sintiendo más pequeña aunque tuviera tantas ambiciones y planes para su futuro.
Lalita se enteró en varias ocasiones que David se iba de fiesta con sus compañeros del colegio militar mientras ella se quedaba en casa trabajando para poder aportar dinero porque no alcanzaba para pagar las cuentas.
Aunque no era feliz, su deseo de ser mamá y tener una familia era lo que la hacían continuar con su matrimonio.
A los 21 años quedó embarazada, su bebé, a quien llamó Laura, nació prematura, pero creció sana y perfecta. Después llegó Sara y finalmente nació Ramón, quien falleció a los 6 meses por muerte de cuna.

La pérdida de su hijo llevó a Lalita a especializarse en tanatología (disciplina científica que estudia la muerte y el proceso de duelo) y en logoterapia (corriente psicoterapéutica humanista enfocada en ayudar a las personas a encontrar el sentido de la vida y a superar el sufrimiento).
Ella intentó ser para sus hijas la mamá que no tuvo, siempre presente, amorosa, generosa y protectora. Y pese a que su matrimonio empeoró con el tiempo, sus niñas se convirtieron en su principal motivo para vivir.
Mientras todo esto sucedía, su esposo fue ascendiendo en el ejército, por lo que su sueldo también lo hizo; sin embargo, su suegro les estableció una cuota mensual del 30% del salario para su manutención.
Lalita recuerda que incluso para poder viajar con sus hijas de vacaciones familiares era necesario contar hasta el último peso porque primero tenían que proveer a los suegros.
Posteriormente su esposo consiguió una beca en el extranjero para estudiar una maestría y se fueron a vivir al Reino Unido por 5 años; durante ese tiempo, Lalita consiguió un título de humanidades y también se dedicó a dar clases.
Pero estando allá, descubrió la infidelidad que más le dolió, pues un día encontró en su cama a su esposo con su mejor amiga. Y todo se puso peor pues no había terminado de procesar ese trauma cuando le dieron la noticia que su papá había muerto.
Para este momento, tras 26 años de matrimonio, Lalita ya vivía violencia emocional, psicológica, económica, patrimonial y luego de la infidelidad comenzó a sufrir violencia física y sexual.
A su esposo cada vez le iba mejor laboral y económicamente; ascendió a coronel en el ejército. Mientras que Lalita cada vez tenía más desgastada su autoestima, lo cual ocurre con las víctimas de violencia.

Cuando sus hijas crecieron y dejaron de ser niñas, se comenzaron a dar cuenta que sus papás no eran tan unidos y amorosos como otras parejas. Luego consiguieron becas para irse a estudiar al extranjero y no volvieron a México.
A partir de ese momento, Lalita se volvió a quedar sola con su esposo, quien cada vez era más ausente y violento. Un día su cuerpo colapsó; sufrió dos embolias y la diagnosticaron con la enfermedad de Crohn en el intestino.
Tenía 45 años pero su cuerpo parecía el de una persona mucho mayor debido a toda la tristeza que había guardado por años. Aunque ante el mundo trató de ocultar la violencia que sufría, su corazón “habló” y terminó enferma.
Sufrió 3 infartos y tuvieron que hacerle una cirugía a corazón abierto. Lalita se sentía como “piñata, rota y vacía”.
Cuando sus hijas tenían 27 y 25 años respectivamente, decidieron tomar partido por su papá, luego de que Lalita les contará que lo había encontrado -nuevamente- teniendo sexo con otra mujer.
Su familia, la que siempre había soñado tener, se acabó ese día para ella y se quedó sola.
Hasta que un día reunió todo el valor de su persona y decidió denunciar a su esposo por todas las violencias que sufría. Incluso él le deshizo el lagrimal de un ojo al golpearla con la cacha de su pistola.
Irónicamente, Lalita no quiere más a ese hombre en su vida; sin embargo, no puede divorciarse porque perdería el servicio médico que necesita de por vida por sus enfermedades, así como el departamento en el que vive, que es su único patrimonio.

Actualmente, lo tiene demandado con dos carpetas de investigación, una por violencia doméstica y otra por violación sexual. Hasta el momento nada ha procedido.
Ella tiene pruebas de todo: fotos, estados médicos y conversaciones con amenazas. Pero la corrupción se ha puesto del lado de él por ser un general retirado, por su peso en el ejército.
Lalita vive sola, está en silla de ruedas, no tiene para pagar un cuidador que la asista y su única compañía es su gatita Teeba, que encontró hace 10 años en la calle.
Su terapia diaria es escribir y así nació su primer libro: “Mi familia soy yo”, que le dedicó a Lalita, a la niña que un día fue y a la que hoy le pide perdón por no casarse con el amor de su vida.
Lalita quiere justicia, pero también quiere ser la voz de todas las mujeres violentadas que todavía no se atreven a contar su historia.
Se sabe una mujer fuerte y quiere seguir siendo útil y vivir haciendo lo que más le gusta, así que ella trabaja desde casa y ofrece servicios de ayuda de tesis o diversas tareas escolares; así como terapias psicológicas y de tanatología.
En su sitio web https://lauradelcarmen.mx/ están sus datos y acá te dejamos su mail: lauradelcarmen@gmail.com Ella solamente quiere sentirse una mujer funcional e independiente.
Actualmente está por publicarse su segundo libro: “La vida no viene a la carta”.

Gracias Lalita por ser un ejemplo de valentía para TODAS NOSOTRAS y por atreverte a ser una mujer más que rompe con el ciclo de la violencia de género. Tus ganas de vivir son una inspiración y en 1, 2, 3 X NOSOTRAS tienes una nueva manada, NO ESTÁS SOLA.
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