Empieza por validar tus emociones

amor

La primera vez que escuché el término “validar las emociones” fue en una consulta con mi terapeuta y luego de saber en qué consiste, y, principalmente, los beneficios que trae consigo hacerlo, es que me pregunté por qué no nos lo enseñan desde niños, debería ser materia obligada en la escuela.

La vida, el mundo y los seres humanos tendríamos más paz si supiéramos validar nuestras emociones y las de los demás. Ya vamos tarde para aprender a dibujar dentro de las líneas, pero nunca para mejorar la relación con NOSOTRAS mismas.

Por eso hoy quiero proponerte que aprendas a colorear tu libro de emociones y trabajes en ello cada día, porque eso hará que tu vida sea mucho mejor, te lo garantizo. 

Marsha M. Linehan, psicóloga y pionera en la terapia dialéctica conductual, afirma que la validación emocional es un proceso en el cual las manifestaciones emocionales de una persona son comprendidas, interpretadas y entendidas por el otro. 

Y para conseguir validar las emociones hay que seguir 3 acciones:

  1. Escuchar con empatía.
  2. Comprender el o los sentimientos.
  3. Comunicar sin juzgar.

Suena sencillo, ¿cierto? Pero en realidad es difícil porque no es parte de nuestra cultura emocional. 

Foto: Pixabay

No me digan que a ustedes no les suenan frases como: “no seas dramática”, “eres una tóxica”, “no exageres”, “no te lo tomes personal”, “no seas intensa”, “no es para tanto”. Seguramente alguna vez se las han dicho los demás cuando han expresado cómo se sienten. Adivinen qué… todas estas frases, que están tan gastadas, son precisamente las que invalidan las emociones.

La invalidación consiste en: juzgar, castigar, contradecir, criticar e ignorar. 

Dejemos claro que todas las emociones son válidas, eso no está a discusión; lo que hay que analizar es por qué las sentimos y qué hacemos con ellas, para que en vez de destruirnos; nos alimenten, nos llenen de aprendizajes y de madurez. 

Así que, prediquemos con el ejemplo y empecemos por NOSOTRAS mismas. Un buen inicio es validar las emociones de “baja pila”, como yo las llamo, que son las que no nos gusta sentir, como: enojo, tristeza, miedo, frustración e ira.

La próxima vez que experimentes alguna de ellas, identifica qué las causó. En tus manos no está cambiar a los demás, pero sí cómo procesas tú lo que ellos hacen. 

Así, la próxima vez que te encuentres en el mismo escenario, sabrás dónde acomodar esas emociones, cuándo es momento de soltarlas, cómo canalizarlas y qué aprendizajes te dejaron. 

Foto: Pixabay

No te juzgues, no te exijas, no seas tu propio verdugo, debes ser muy empática, pero lo principal es que aprendas a ser muy comprensiva y compasiva contigo misma. 

Que tú comiences a validar tus sentimientos te ayudará mucho para que establezcas límites y vínculos sanos con los demás. Por lo que ya no permitirás que te lastimen. 

Ves qué bonito es aprender a conocerse, entenderse y procesar correctamente lo que sientes para poder estar ligera y sana emocionalmente.

Por último, quiero recordarte que la mente es maravillosa, es una esponja viva, así que todo lo que le digas, lo va a creer. Empieza por decirle, cada día, la persona tan maravillosa que eres y el potencial que tienes, así como lo válido que es lo que sientes. 

Bienvenida a esta tertulia digital entre NOSOTRAS

Yo también me volví feminista con mi propia historia

feminista

Definiciones sobre feminismo hay varias, la RAE lo define como una doctrina, el diccionario de Larousse dicta que es una tendencia, algunos colectivos lo destacan como un movimiento; pero la que más me gusta es la de la UNAM, que determina que es “una corriente de pensamiento que reúne un conjunto de movimientos e ideologías, tanto políticas como culturales y económicas que busca lograr la equidad de género y la transformación de las relaciones de poder entre ambos sexos”.

Yo soy feminista y deseo, a diario, que me respeten no sólo por ser mujer, sino porque soy un ser humano, porque validen mi persona, mi voz y mi trabajo igual que el de un hombre. Yo también quiero sentirme segura todo el tiempo y tener la certeza que volveré a casa segura.

(Foto: Vanessa Pérez)

 

Y como tú, yo también me volví feminista con mi propia historia…

Estaba por cumplir 15 años, pero mi cuerpo parecía de una mujer de 20, mis curvas eran prominentes, lo cual no debería ser motivo de preocupación ni en esa etapa de la vida ni en ninguna otra.

A esa edad solía usar tops de colores llamativos, combinados con jeans a la cadera acampanados o faldas tableadas y calcetas largas. Un outfit tan noventero que no todas se atrevían a usar por miedo a que las agredieran, justo como me pasó a mí.

Estaba de camino a la casa de una amiga para hacer la tarea, quien vivía en uno de los barrios de Xochimilco, al sur de la CDMX, era una tarde concurrida y calurosa de sábado. De repente, un señor, que no pasaba los 40, fingió que se tropezó y con toda la palma de su mano apretó uno de mis senos para “sostenerse”.

¡Me congelé! Era la primera vez que un hombre me tocaba con intenciones sexuales, en ese momento no lo entendía, pero estaba viviendo mi primera agresión de género. A mis 14 años, caminando a plena luz del día casi enfrente de las oficinas de la delegación de la Alcaldía.

¿Y saben qué hice? Llorar, sí, llorar de coraje, de miedo, de confusión. Me preguntaba: ¿qué había hecho mal para que me pasara eso? Porque lamentablemente eso nos ha hecho creer el patriarcado, que NOSOTRAS somos las culpables.

Seguramente te sientes identificada con mi historia, qué pena que todas tengamos algo que contar, que hayamos vivido violencia de género al menos una vez en nuestras vidas.

(Foto: Vanessa Pérez)

 

Me entenderás que después de ese episodio, me quedé callada, no pude contarles a mis papás o a mis amigas. Sentía una pena inmunda que no debería sentir nadie. Después de ese episodio amargo, comencé a cubrirme más porque pensé que era yo la que “los provocaba” con mi forma de vestir… cuántas veces escuchamos eso casi como mantra. 

Al día siguiente, noté que tenía los dedos marcados del cobarde en forma de moretones, esas marcas se me quitaron en una semana, pero las secuelas de su agresión siguen conmigo hasta el día de hoy y ya pasaron 20 años.

Foto: Vanessa Pérez

Esta es la causa por la que hoy soy feminista, por la que lucho y no me dejo sobajar por ningún hombre, por la que, cada día, aprendo a darme valor a mí y a las demás mujeres, por la que decidí romper con los micromachismos que estaban en mi vida, pero de eso les hablaré en otra columna.

Porque ni tú, ni yo, ni ninguna mujer deberíamos vivir esto. El camino sigue lleno de piedras, pero estamos juntas en esto y así es menos dura la lucha, sabiendo que no tenemos que competir ni agredirnos entre NOSOTRAS, porque suficiente tenemos con aguantar toda la mezquindad del patriarcado.

(Foto: Vanessa Pérez)

 

Yo sí quiero que avancemos de la mano, que nos tengamos la una a la otra, que hagamos nuestra trinchera de puros corazones que laten unidos por una misma misión: por ser mujeres libres y respetadas.

No es sencillo terminar con esos fantasmas del machismo que seguimos cargando como sociedad, pero hacer el cambio es imperante en estos tiempos.

  • En México hoy día se cometen entre 10.5 y 11 feminicidios diarios, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
  • El año 2021 es en el que más feminicidios se cometieron en nuestro país, fueron 1,006, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), pero este año esas cifras pueden superarse.
  • El 86% del territorio mexicano está bajo alerta por violencia de género y desaparición de mujeres y niñas.

 

 

 

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