En un país como México, muchas mujeres lo pensarían dos veces antes de comenzar a practicar un deporte como el rugby. Pero, cuando lo hacen, el ambiente es todo lo contrario a lo que imaginarías en un primer momento. La sororidad le gana a la rudeza, las tallas no importan y todas son bienvenidas.
Así lo describe un grupo de jugadoras de rugby que forman parte de DestElla, un programa que creó Iberdrola México y tiene como propósito empoderar a las mujeres mediante el deporte.
En su primera fase, el programa apoya a la Federación Mexicana de Rugby con acceso a instalaciones apropiadas, donaciones y equipo deportivo.
Tuvimos la oportunidad de platicar con algunas jugadoras para conocer más sobre el ambiente que se vive en este deporte.
Rugby, el deporte ‘para hombres’ donde todas tienen un lugar
Fernanda Soto, quien está por cumplir 12 años jugando rugby, admite que en México abundan los comentarios sexistas sobre esta disciplina. “Creo que ninguna de nosotras se ha librado de recibir comentarios de ‘es un deporte de hombres’ y ‘deberían estar haciendo ballet’, porque nosotras llegamos de entrenar llenas de lodo y sucias, pero así estamos felices”, cuenta.
Este tipo de comentarios viene incluso de los círculos cercanos, de amistades y familia. Sin embargo, por cada uno de ellos también existen palabras de aliento. “Hay personas que son familia, como los coaches que nos han formado y tienen la meta de hacernos sentir seguras, de decirnos ‘tú puedes’, ‘tú lo haces’. No hay tallas, no hay estaturas ni nada que te haga diferente. Todas somos perfectas como somos y todas nos podemos dedicar a lo que sea, siempre y cuando lo hagamos con disciplina y pasión”, afirma Ximena Crespo.
Cada una de estas jugadoras lucha activamente contra los prejuicios y estereotipos. Y, aunque no pueden negar la experiencia del sexismo en nuestro país, pueden celebrar la diversidad en este deporte. “Es increíble que en el rugby puede haber personas de 1.50m y de 1.90m, de todos los tamaños y de todas las edades. No importa, siempre hay un lugar y una posición para cada persona. No importa cuánto peses, cuánto midas, nada. Siempre vas a tener un lugar en el rugby”, dice Fernanda.
‘Yo te confío mi cuerpo’
Un deporte de contacto, considerado tan “rudo” como el rugby, no suena como un espacio donde la palabra “sororidad” se escuche muy a menudo. Parece prestarse más hacia los momentos de tensión y la competencia sin miramientos. Sin embargo, las jugadoras que platicaron con NOSOTRAS no podrían estar más en desacuerdo con este prejuicio.
“Justo en el rugby hay como un tercer tiempo, que es la convivencia para después del partido”, explica Zoe Tuyu, quien comparte esta pasión con su hermana Samara. “Siempre se tiene la idea de que dentro del juego somos rivales, podemos pegarnos, hacernos cualquier cosa permitida, pero cuando acabe el partido somos compañeras del mismo deporte. Somos amigas y nos tenemos que respetar”.
Fernanda Soto cuenta que una vez, platicando con una amiga, escuchó una frase sobre el rugby que la marcó. “Me dijo ella: ‘yo te confío mi cuerpo’. O sea, en un deporte de contacto yo te confío mi cuerpo completamente porque yo recibo golpes por las demás y ellas me cuidan, a lo mejor ella va corriendo con el balón y me toca cuidarla”.
Samara Tuyu, hermana de Zoe, cuenta que cuando ella entró al rugby había personas mucho más grandes en edad y tamaño. Admite que con frecuencia te encuentras con personalidades fuertes y situaciones ásperas. “Al ser un deporte es muy competitivo y lo que intentas es dar tu mejor performance, pero al mismo tiempo no es perderte. Cuando ves reflejado eso en alguien más, yo lo encontré con mi hermana y con las chicas del club donde empecé, me enseñaron a que siempre tengo un lugar, mi opinión importa, mi cuerpo importa y mis decisiones importan. Ha sido un proceso de autoconocimiento grandísimo y que a mí también me gustaría compartirle a las chicas que quieren intentar en este espacio y encontrarse”.
Para Samara, el hecho de que tengas una compañera con quien sincerarte y ser vulnerable, “te da las herramientas para seguir enfrentando cualquier situación”.
‘Un lugar seguro para las que vienen’
Samara Tuyu confiesa que, para ella, el programa DestElla ha sido “un rayo de luz. Yo, que llevo mucho tiempo en el rugby, ver que se está creyendo y que hay posibilidades para las mujeres que jugamos en México”, dice entre lágrimas. “Tan solo pensar que ya están creyendo en nosotras es muy significativo porque implica que podemos, que queremos hacerlo. Poder contar con esa seguridad que se nos está dando facilita muchísimo las cosas para quienes llevamos mucho tiempo practicándolo, para las chicas que apenas están empezando porque ellas no se van a enfrentar a los retos que muchas tuvimos que superar, y para mí ha sido una de las mejores cosas que han pasado.
Ximena Crespo relata que ella no tuvo muchos referentes de rugby en México, especialmente siendo mujer; tuvo que aprender “a los golpes” qué significa trabajar en equipo. “Yo busco crear ese espacio seguro. Yo soy la mujer sorora que tal vez no tuve en el momento porque no existía”.
“Si tú creas un lugar seguro para tus compañeras, para tus hermanas, se vuelve un lugar seguro para ti también”, dice Fernanda.
Ellas son embajadoras del rugby en México
NOSOTRAS conocimos a un grupo de jugadoras tan diverso como versátil. Tienen ocupaciones “normales”, pero al mismo tiempo son estrellas del deporte.
Fernanda Soto, de 33 años
Ella llegó al rugby porque su hermano jugaba dentro de un club de la Ciudad de México, y la invitó. De eso han pasado casi 12 años. Además de jugar, trabaja como diseñadora industrial.
Este deporte ha cambiado su vida de muchísimas formas. “Creo que la más importante y notoria es la seguridad en mí, lo que descubres que puedes hacer con tu cuerpo de forma física y mental. La familia que haces conociendo amigas”.
Elena Guzmán, de 27 años
Llegó hace siete años con su hermano, pues a los dos les gusta mucho el deporte. Esta disciplina le ha dado “mucha disciplina y un círculo de amigas”.
Estudió geografía y también tiene una cafetería.
Alma Juárez, de 32 años
Ella estaba estudiando ingeniería en sistemas ambientales hace 12 años pero, cuando conoció el rugby por casualidad, cambió de carrera. “Actualmente soy entrenadora y tengo una cafetería”.
“Cuando llegué al rugby me di cuenta que podía ser yo”, dice. “Siempre he sido muy enérgica, era un espacio para mí porque necesitas mucha energía e intensidad.
Zoe Tuyu, de 25 años
Ella juega rugby junto a su hermana, pero toda su familia está involucrada en este deporte. “Mi papá jugó hace mucho tiempo, mi mamá se integró, después mi hermana y he tenido el gusto de compartir la cancha con los tres, no solamente como jugadora sino también como coach”.
La disciplina no solamente la ha unido más a su familia. “Me ha dado la oportunidad de encontrar un espacio seguro y un lugar donde puedo expresarme, donde puedo ser yo. Creo que hace falta mucho tener la confianza en ti”.
Ella actualmente estudia diseño industrial y estuvo en programas de alto rendimiento jugando rugby.
Samara Tuyu, de 28 años
En noviembre cumple 15 años jugnando y, al igual que Zoe, llegó por herencia familiar.
“Me ha ayudado a empoderarme. Yo cuando era chiquita estaba muy insegura de mí y de mi cuerpo, gracias al deporte y al espacio seguro que me brinda el rugby he aprendido a lidiar con esas inseguridades y he aprendido que todos tenemos un espacio, un propósito”.
Además de practicar deporte, “soy nutrióloga, hago cosas tejidas y pastelitos”.
Ximena Crespo, de 24 años
“Me gustaba mucho el futbol americano y la esposa de un coach me invitó a conocer el rugby”, relata. Esto ocurrió hace siete años.
Para ella, el rugby es una manera de empoderarse. “Saber qué tan capaz es mi cuerpo, mi mente y mi seguridad en la vida y en el campo”.
Además de ser una atleta, trabaja en un banco y tiene un restaurante de mariscos.
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