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Cómo fue salir con un exhibicionista 

Les he contado en varias ocasiones que soy muy fan de tener citas o dates, no importa si estoy sola o en pareja, aunque son mejor las historias cuando estoy soltera porque caras vemos pero perversiones no sabemos y hoy te voy a contar cómo fue salir con un exhibicionista.

Esta historia la tenía muy “empolvada en el cajón”, como muchas otras, pero esta columna se ha vuelto el mejor pretexto para contarlas y que juntas nos identifiquemos, nos reconozcamos y aprendamos la una de la otra. 

El protagonista de esta gran anécdota no era un desconocido para mí, lo conocí por trabajo, nunca estuvimos en el mismo equipo laboral pero sí éramos/somos buenos colegas. 

Es un tipo responsable, trabajador y encantador, además de muy bien parecido, sí tenía su club de fans y él lo sabía, pero su personalidad nunca ha sido de un patán pretencioso. 

Precisamente como sabía que tenía a más de una mujer encantada con él y que ellas hacían su “luchita” por conquistarlo es que nunca hice nada, la verdad es que jamás me ha gustado competir por hombres. 

Luego él tuvo una novia, yo tuve 3 novios y así seguía la vida encontrándonos en asuntos de trabajo hasta que un día coincidimos en un evento y qué creen, los dos estábamos solterísimos. 

Foto: Bence Boros / Unsplash

Durante el evento nos enfocamos en lo que teníamos que hacer pero antes de irse me invitó a cenar esa misma noche, me dijo que para aprovechar lo guapos que nos veíamos. A mí me pareció la mejor idea y amaba los planes espontáneos porque siempre son los que suelen salir mejor. 

Casi le cancelaba el primer date porque el día se me complicó mucho, pero me insistió que me apurara, que él me esperaba a la hora que terminara de trabajar. Llegó por mí, lo cual me pareció un detallazo y cuando nos volvimos a saludar, me dio un besito tierno, me tomó de la mano y me ayudó a subir a su auto. 

Fuimos a un lugar que ninguno de los dos conocíamos, un bar nada lindo pero no tenía gente y eso era lo importante, la privacidad. 

La plática estuvo muy amena, compartiendo anécdotas de nuestra profesión y risas de las cosas divertidas que nos ha tocado vivir. De repente me daba besitos y todo el tiempo su mano estuvo sobre mi pierna. 

Foto: Jonathan Borba / Unsplash

Me llevó a casa y quedamos de cenar en su depa el siguiente fin de semana, me dijo que iba a cocinarme. No tenía ninguna expectativa ni volé porque sabía que era un tipo muy asediado y que ante todo prefería su amistad y mantener una buena relación de colegas. 

La segunda cita estuvo mejor que la primera, el tipo tenía un depa perfecto para mí: limpio, ordenado y bonito. Y se esmeró en cocinarme, en arreglar la mesa con velas y rosas, a mí me dan lo mismo esos detalles románticos pero reconozco cuando le echan ganitas. 

Desde ese momento comenzamos a salir cada semana, el día dependía de lo libres que estuvieran nuestras agendas, principalmente la de él porque se la pasaba de viaje fuera de México. 

Y la cereza de este pastel fue que nuestra conexión sexual también era buena hasta que descubrí su “secretito”, que claro que lo soltó luego de varios encuentros porque supongo no quería sacarme de onda. 

Foto: Harsh Gupta / Unsplash

Una noche que estábamos en su recámara comenzó a besarme y entonces abrió por completo las cortinas de la recámara. Su habitación daba a la calle, vivía en un primer piso y todo el frente era un ventanal que permitía entrar la luz. 

Frente a su casa había muchos negocios porque estábamos en la Roma, una colonia sumamente popular y transitada, además su edificio estaba a la vuelta de una entrada de metro, es decir, sobre su calle todo el tiempo había gente caminando. 

Cuando hizo eso sí me sorprendí y le dije que volviera a correr las cortinas, que era evidente que iban a vernos no sólo sus vecinos de enfrente, sino cualquier persona que pasara por la calle o la gente que salía del Oxxo, del restaurante, del bar de abajo. 

Fue cuando me confesó que le encantaba saberse visto mientras tenía sexo, que eso le excitaba muchísimo y que además si nos veían, nadie haría nada, que ni nos conocían y las caras ni se nos distinguían desde abajo. ¡Era un exhibicionista!

Tuve un momento para pensar si quería vivir la aventura, experimentar algo nuevo o no estaba dispuesta a seguir su fantasía. Lo que sí debo confesar es que me sorprendió que él tuviera esa filia, no por juzgona sino porque no lo hubiera imaginado nunca. 

Foto: Alexandra Gorn

Finalmente le dije que no me sentía cómoda con las cortinas abiertas y exponiendo mi intimidad de esa manera. Como era de esperarse, me dijo que me entendía, volvió a correr las cortinas y no me hizo sentirme incómoda, todo lo contrario. 

Después de ese día volvió a proponérmelo pero en otros escenarios, como hacerlo en una calle oscura y sola o en la playa en un espacio alejado, pero a mí no me causa ninguna emoción ni adrenalina saber que pueden cacharme o espiarme, definitivamente ser exhibicionista no es lo mío. 

La razón por la que dejamos de salir para nada tuvo que ver con este tema, simplemente se nos agotó el encanto de la novedad y nuestras agendas comenzaron a complicarse más, lo cual nos fue alejando. 

Como no tenía expectativas con él fue muy padre el tiempo que salimos y compartimos, definitivamente está en mi lista de los mejores dates que he tenido hasta ahora. Realmente se esmeraba porque la pasáramos increíble juntos, además de ser una persona sumamente educada, le tengo que reconocer que es un tipazo. 

Por supuesto que seguimos en contacto de alguna manera por redes sociales y nos encontramos a menudo en cosas de trabajo, somos grandes cuates y colegas y eso será siempre. Él sigue siendo un soltero empedernido que pasa más tiempo en aviones que en su casa.

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Vanessa Pérez Vanessa Pérez

Subdirectora digital y experta en periodismo rosa, apasionada de contar historias, del futbol y del cine de terror. Durante los años que ha ejercido el oficio periodístico, ha coleccionado historias tuyas, suyas y NUESTRAS. Ahora... llegó el momento de contarlas. 

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