Desde la infancia, nos inculcan la noción de que las amistades, especialmente entre mujeres, deben alcanzar la perfección para considerarse genuinas. El cine y la literatura refuerzan esta idea con decenas de historias de amistades idealizadas que proponen estándares difíciles de cumplir en la vida real, y que si alguien no cumple podría ser considerada inmediatamente como “mala amiga”.
Por suerte, algunos relatos buscan un enfoque más auténtico, como la “Saga dos amigas” de Elena Ferrante. Es una serie de libros que narran la compleja la relación entre “Lenú” y “Lila”, quienes crecen juntas, se apoyan, protegen y se vuelven inseparables, a la vez que experimentan momentos de competencia, rivalidad y celos en diferentes etapas de sus vidas.
También está “El baile de las luciérnagas”, serie de Netflix centrada en la amistad de “Kate” y “Tully”, dos adolescentes muy diferentes cuya amistad sobrevive hasta la adultez, pasando por momentos de conflictos y distanciamiento con los que muchas podrían sentirse identificadas.
Claire Cohen, autora de “¿Amigas para siempre?” señala que “tenemos conexiones intensas y tipos de emociones que solo tienen lugar cuando dos mujeres son amigas. Es algo que realmente tenemos arraigado de forma biológica y supera incluso a las relaciones románticas de pareja. Con nuestras amigas buscamos ese lazo indestructible, aunque igualmente es demasiado esperar que una persona, en este caso una amiga, cumpla con todas las necesidades emocionales y de afecto que tenemos”.
Sin embargo, se trata de un vínculo construido por seres humanos reales, con sus luces y sombras, con complicaciones de tiempo, personalidades y contextos diferentes, por lo que sería utópico esperar que esa persona nos complete y nos entienda por completo.
Expectativas y realidades
Karen Reveles Jiménez, psicóloga clínica en Psiente, comienza por reconocer la importancia de la amistad en nuestra vida. Las amistades “son una parte fundamental para la estabilidad emocional de cualquier persona. Son ese apoyo tanto en el equilibrio emocional y físico”, comenta.
Por su parte, un estudio presentado por la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia encontró que las mujeres suelen tener relaciones de amistad mucho más fuertes y cercanas que los hombres, generando satisfacción plena, apoyo emocional y seguridad, fundamental para desarrollar una autoestima alta y buena.
Sin embargo, ante la presión que puede presentarse en estos vínculos, destaca la importancia de cambiar el enfoque de buscar validación externa hacia el autoconocimiento y el trabajo personal, pues “todos tenemos expectativas y las formamos con base en ideas muy cimentadas desde pequeños y lo que esperamos de las demás personas, pero en realidad tiene que ver mucho con heridas que tenemos desde la infancia. Entonces a veces tenemos exigencias muy altas de una amiga, como que tiene que dejar de hacer todo por contestarme una llamada o escuchar audios larguísimos, que tiene que estar ahí para mí, sí o sí, mientras esto no siempre es posible”.
Por eso, “es importante trabajar el autoconcepto, la autoestima” señala la especialista.
¿Realmente estás frente a una mala amiga?
Aunque es innegable que hay relaciones tóxicas que carecen de apoyo o compasión, en las que alguna de las partes se ve minimizada o ignorada constantemente, para construir lazos saludables hay que tomar en cuenta que los límites y el respeto de las diferencias es fundamental.
“Una amistad sana respeta la individualidad de cada uno y sabes que tú puedes tener una opinión distinta a la mía, que puedes pensar diferente y que puedes actuar distinto a mí, que si tú hoy no quieres ver una película conmigo porque no te gusta esa temática o no quieres salir a tomar un café porque estás cansada, no quiere decir que estás en contra mía, no quiere decir que me estés rechazando”, explica la psicóloga.
De este modo, “ya no le voy a pedir a mi amiga, a quien sea, que esté en todo momento de la manera que quiero, pues empiezo a entender que las personas son distintas a mí, que no tienen que tener los mismos gustos o formas. Y comienzo a conocerme también, qué me gusta, qué no me gusta y qué necesito del otro”, haciendo posible que se abran canales para comunicarnos de manera más asertiva, gestionar mejor nuestras emociones y elegir relaciones valiosas.
Los límites son necesarios
Si sientes culpa o miedo por quedar mal con tus amistades, es muy posible que necesites revisar cómo estableces límites. Reveles Jiménez indica que es un tema complejo, ya que “no hay recetas mágicas para aprender a decir ‘no’. Muchas veces no quieres perder esa amistad y por eso te cuesta trabajo. Los cambios no se logran de un momento a otro, son progresivos, trabajando la ansiedad que implica el proceso”.
La especialista agrega: “Todo está en preguntarte por qué te cuesta poner límites y específicamente con quién te cuesta, porque a veces no nos cuesta con todas las personas sino solo con unas personas en específico. Hay que observar mucho esos detalles”.
En última instancia, superar el mito de la mala amiga implica comprender que las relaciones no son perfectas, reconocer la individualidad y mantener el respeto mutuo. Y, como en cualquier relación, la comunicación abierta se erige como el puente que permite superar desafíos y reparar daños, asegurando que la amistad, al igual que el amor, evolucione y florezca.
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