“La peor enemiga de una mujer es otra mujer”, es una de las ideas machistas que nos hicieron creer, pero hoy muchas de NOSOTRAS sabemos que no es así y que es importante profesar la sororidad.
¿Qué es la sororidad? Proviene de la palabra “sóror” que en latín significa: “hermana consanguínea”. En 1989, hace 35 años, la doctora Marcela Lagarde encontró ese concepto y lo apropió al español para usarlo desde una perspectiva feminista.
El movimiento feminista lo ha adoptado para definir ese “pacto entre mujeres” ante una sociedad machista que ha imperado durante años y que ha limitado el crecimiento personal, financiero, social y profesional del género.
Esto hizo que varias de NOSOTRAS tuviéramos un “cambio de chip”, de perspectiva, una deconstrucción para vernos y tratarnos de diferente manera. Ante todas las desventajas que tenemos y la ola de violencia de género que sufrimos es que la sororidad llegó para que nos hiciéramos más fuertes apoyándonos las unas a las otras.
Las mujeres ya no deberíamos pelear entre NOSOTRAS por nada, menos por hombres; no deberíamos juzgar nuestros cuerpos, nuestra forma de vestir, si queremos o no ser madres o a qué nos dedicamos.
Las mujeres estamos para cuidarnos, apoyarnos, impulsarnos e inspirarnos. Estamos para ser nuestra mejor red de apoyo y para lograr seguir rompiendo y reconstruyendo una sociedad justa para nuestro género.
Sin embargo, aún existen mujeres que siguen pensando que entre NOSOTRAS somos enemigas, siguen tirándole a la otra, siguen no respetando al género.
Entonces, ¿cuáles son los límites de la sororidad?
Esta solidaridad entre mujeres también debe tener un límite. No tenemos porqué aguantar maltrato de nadie, aunque venga de otra mujer, porque en el momento que la otra se olvida de ese pacto de hermandad es que se debe establecer un límite.
Y los límites no significan también herir, violentar o atacar, mucho menos convencer a esas mujeres de ser feministas y de que se den cuenta de sus conductas machistas; simplemente se trata de alejarse, de mantener un respeto hacía una misma y, en casos más graves, de denunciar.
Y no debemos sentirnos menos feministas por poner estos límites a la sororidad, todo lo contrario, entre NOSOTRAS no podemos imitar los pactos del machismo que se caracterizan por la impunidad.
“No se puede ser sorora con las represoras”, incluso esta es una consigna que ha estado presente en marchas feministas por Centroamérica.
¿Cómo practicar la sororidad?
- Apoya los proyectos de otras mujeres.
- Si sabes que una mujer es víctima de violencia, ayúdala.
- Cuida de otras mujeres.
- No critiques ni juzques a otra mujer por su físico.
- No opines ni juzgues a otra mujer por su vida sexual.
- No opines sobre la maternidad y el aborto de las demás.
- Acostumbra a felicitar a las demás y expresarles por qué las admiras.
- Respeta las relaciones sentimentales de las demás.
- Escucha a las demás.
- Sé amable.
- Y lo principal: cree en las demás.