Mujeres: 1, 2, 3 x NOSOTRAS que somos valientes y nos atrevemos a denunciar la violencia de género. Hoy quiero contarles que sufrí abuso médico por parte de un gastroenterólogo de un hospital privado y no supe qué hacer.
Las mujeres también sufrimos abuso por parte de nuestros médicos, según la American College of Obstetricians and Gynecologists y la American College Health Association, las áreas que concentran el 70% de las denuncias son: ginecología (medicina obstétrica), psicología y medicina general.
Según la Fundación Marie Stopes, el abuso médico se caracteriza porque el doctor sobrepasa el límite de revisión física profesional, como:
- Solicitar desnudez cuando no es necesario.
- Hacer tocamientos o mediciones que no son apropiadas.
- Sugerir revisiones que no tienen relación con el motivo de la consulta.
- Hacer comentarios ofensivos o inapropiados.
- Hacer que la paciente ingiera medicamentos para drogarla.
El gran problema de ser víctima de abuso médico es que te cuesta trabajo identificarlo pues te sientes confundida porque se supone que estás tratando con un profesional de la salud; justamente eso me pasó y tardé días en entenderlo.
Hace unos meses padecí un cuadro de colitis nerviosa, por lo que acudí al gastroenterólogo, decidí probar en un hospital privado al que nunca había ido porque me queda más cerca de la casa en la que vivo actualmente y no quería atravesar la ciudad para ir con mi médico de cabecera.
Mi primera consulta fue muy profesional y me agradó el trato con el doctor que me tocó. Debido a que mi cuadro de colitis era severo, me recetó tratamiento y me pidió realizarme unos ultrasonidos y estudios y me dio fecha para regresar un mes después.
Días antes de mi segunda consulta, desde el WhatsApp del hospital me indicaron que mi médico había tomado una licencia, por lo que me iba a atender un nuevo gastroenterólogo, me dieron su nombre y me pidieron confirmar. Lo hice.
Llegó el día de mi cita, fue a las 18:00 horas. Al entrar al consultorio el doctor me extendió la mano para presentarse, me dijo que era egresado del Instituto Politécnico Nacional y que tenía la especialidad en gastroenterología, pero que también había asistido algunos partos. Incluso me mencionó su número de cédula y me invitó a sentarme.
Mientras me decía todo esto, se quitó el cubrebocas, sacó de su mochila un perfume, se lo roció en las manos y lo untó en su pelo y mejillas. Me pidió perdón por hacerlo pero dijo que el día había estado largo y él se sentía sudado y mal oliente.
Inmediatamente después de eso se dirigió a apagar la luz, el interruptor se encontraba a mis espaldas. En ese momento mi corazón se aceleró, pensé que me iba a hacerme algo y estuve a punto de levantarme y salir corriendo cuando se acercó a mí, encendió una lámpara en forma de lápiz y me revisó los ojos, luego los poros de la nariz, siguió con las orejas y terminó pidiéndome que abriera la boca y sacara la lengua.
Al terminar volvió a encender la luz y yo respiré otra vez. Por segundos recuperé la tranquilidad pero luego todo se puso peor de raro. Me dio la orden de colocarme la bata para revisarme. Yo me metí al biombo para cambiarme.
Me pidió recostarme boca arriba en la camilla y me dijo que me subiera la bata hasta las rodillas. Luego comenzó a auscultarme el abdomen, desde debajo de mis senos hasta el vientre bajo, como en forma de masaje. Siguió con pequeños golpes y terminó por presionarme cada parte con las yemas de los dedos para saber si sentía molestia.
Algunos de estos toques me dolieron, pero sabía que era necesario para la revisión. Luego bajó sus manos por mis piernas, hasta llegar a las plantas de los pies y moverlos en forma circular hasta que tronaron, eso sí nunca me lo habían hecho en el gastro.
Después me pidió que me volteara boca abajo y mientras lo hice, se dio la vuelta y me pidió que le avisara cuando estuviera lista. Yo me volví a acomodar la bata hasta abajo, me cubrí lo más que pude.
Y en ese momento comenzó revisando mis riñones con pequeños golpes y luego me preguntó si mi periodo estaba alterado, pues había notado que debido a la colitis estaban muy inflamados mis ovarios y los riñones también.
Me preguntó a qué me dedicaba para saber si mi trabajo era muy estresante y me dijo que tenía que tronarme la columna y apenas terminó de decirlo cuando sentí cómo recargó su codo en mi espalda con todo su peso y tronaron todos mis huesos. Yo en ese momento me sentía en el quiropráctico en vez del gastro.
La revisión duró unos 5 minutos pero se me hicieron eternos porque no me sentía cómoda con lo que estaba pasando, no entendía si era normal, si él daba así la consulta o si estaba manoséandome y era un abuso.
Al terminar, me dio la mano para bajarme de la camilla y me pidió que me vistiera. Cuando salí del biombo, él estaba viendo su celular y de pronto comenzó a reproducir audios de WhatsApp con la voz de su hija, quien le decía que su teléfono se había descompuesto y necesitaba que le comprara otro.
Yo seguí allí sentada y él reprodujo más audios largos, hasta que le dije que si iba a darme de alta o tenía que tomar más medicina. Entonces comenzó a decirme que su ex ponía a su hija a que le pidiera cosas y que en realidad eran para ella, que estaba harto.
No podía creer que estaba hablándome de cosas personales en plena consulta, yo me sentía muy incómoda con todo. Por fin comenzó a hacer mi receta, me dijo que iba a mandarme tratamiento por un mes más pero que tenía que ponerme una inyección en ese momento.
Le pregunté que para qué la inyección si yo no me sentía mal, pero respondió que para bajar la inflamación más rápido. Le dije que no, que no quería que me inyectara, que me diera la receta porque ya tenía que irme. No iba a permitir que me pusiera otra mano encima, además yo no tenía dolor, no veía necesario lo que quería hacer.
Me dio la receta, indicaciones y me dijo que había anotado su WhatsApp por si tenía dudas, se levantó, me extendió la mano y me dijo que necesitaba relajarme mucho, que la próxima vez quería verme menos tensa. Yo salí de allí sin saber qué hacer, sin saber si era yo la que estaba exagerando, si todo eso era normal. Eso pasa con este tipo de violencia, te hace dudar y te confunde.
Salí a agendar mi próxima cita con la recepcionista y me fui del hospital. Al salir le llamé a una amiga para contarle lo que acababa de vivir. Ella me dijo que eso no era normal definitivamente. Y lo peor es que yo olía a su perfume porque se lo puso en las palmas de las manos, entonces me lo impregnó al auscultarme.
Una semana estuve procesando lo que pasó y luego decidí regresar al hospital para hablar con el director, todavía iba dudosa de si el médico así daba su consulta, pero quería dejar claro que no me había sentido cómoda y que no estaba bien sentirse así como paciente.
El director me indicó que dos pacientes más ya lo habían denunciado por lo mismo, exactamente lo mismo, y mi testimonio solamente reforzó el porqué ya lo habían despedido y reportado a la Conamed (Comisión Nacional de Arbitraje Médico).
En ese momento supe que debí parar esa consulta desde el momento que me sentí incómoda, desde que apagó la luz para revisarme con su lámpara. Algo que no les mencioné es que este seudo médico es joven (35 años), alto, delgado y con una imagen muy cuidada. Supongo que también aprovecha su aspecto para abusar de sus pacientes.
Al final hice lo correcto: denunciar.
A continuación te dejaré los contactos de instituciones en las que puedes realizar tu denuncia contra violencia de género. ¡Mujer, tienes derecho a vivir sin violencia! ¡No lo olvides!
AQUÍ puedes meter tu queja médica ante la Conamed.
AQUÍ puedes denunciar violencia familiar, sexual, laboral o contra los derechos reproductivos y feminicidios.
También puedes pedir ayuda a la línea Mujeres marcando: *0311 o al 55-5658 1111
Y para emergencias puedes llamar a Mujeres SOS marcando: *765