Las verdaderas historias de terror son las que viven las personas reales, las que no salen de una mente creativa ni de una fantasía, como la de nuestra protagonista de esta columna, quien quedó con un gran trauma a causa de su primer noviazgo formal.
Ana María es, hasta ahora, la mujer más joven que he entrevistado para 1, 2, 3 X NOSOTRAS, pero ha vivido cosas muy fuertes que tal vez algunas personas de mayor edad jamás experimentarán. Y es que cuando el amor se disfraza de abuso emocional y manipulación, habrá más que un corazón roto.
Ella se considera una chica tranquila e introvertida. Estudió en un colegio particular católico y es fiel creyente de la religión; incluso, asegura que su amor por dios es lo que la ayudó a salir adelante luego de lo que sufrió.
Tuvo un novio en secundaria, quien le dio su primer beso, pero era más un juego de niños que realmente una relación de amor.
La preparatoria la estudió en la UAM y ese fue el primer gran cambio de su vida, pues sintió que salió de la “burbuja” en la que había vivido durante su niñez.
Logró unirse a un grupo de 2 amigas, las cuales eran como ella, chicas a las que sus papás no las dejaban salir de fiesta, que no bebían ni fumaban y que sacaban las mejores calificaciones de su clase.
Tenía redes sociales privadas y no aceptaba solicitudes de personas que no conocía, hasta que decidió hacer una excepción porque un día un chico guapo e interesante le mandó invitación.

En cuanto Daniel la agregó, la saludó y comenzaron sus largas charlas para conocerse. El tipo era un verdadero depredador, un “cazador” que buscaba perfiles de mujeres jóvenes a quienes comenzaba a cortejar por medio de mensajes, luego pasaba a las llamadas telefónicas de horas hasta que finalmente les pedía conocerse en persona.
Se tomaba su tiempo, así que creaba en sus víctimas confianza, las envolvía de tal manera que ellas sentían que realmente lo conocían.
Decía que tenía 17 años, aunque claramente se veía mayor, que era hijo único estudiando en la gran Ciudad de México, que rentaba un cuarto en una casa de huéspedes pues sus papás vivían en Puebla.
Por lo mismo, algunos fines de semana tenía que visitarlos y no podía hacer planes para salir.
Su táctica era artesanal, iba sacando información a cada víctima y, en el caso de Ana María, le llegó por el lado que ella quería: que era un chico bueno, católico, sin vicios, buscando hacer amigos porque se encontraba muy solo en la ciudad.

Después de unos 4 meses, de llamadas diarias de horas, Daniel le pidió a Ana María ser novios. Ella aceptó pese a que no se conocían en persona.
Y semanas después, la invitó a comer y al cine. Si ella ya estaba encantada con él, con esa cita quedó completamente enamorada, ya que la pasaron increíble y la trató como a una princesa.
Fue detallista y educado, incluso la besó hasta el final, cuando la llevó a su casa. Y fue un beso tranquilo, muy correcto para ella.
Se veían una vez al mes porque él tenía que irse a Puebla con su familia y así estuvieron por casi 3 años.
Por supuesto que ella lo presentó con sus papás, era un noviazgo formal, hablaban de un día casarse y estar juntos por siempre.
Durante todo este tiempo, Ana María jamás sospechó nada, incluso no le pareció raro que él subiera puras selfies a su perfil y que no se dejara etiquetar por nadie, argumentando que era por seguridad, pues sus papás tenían mucho dinero.
Ella le creyó todo porque él siempre se portó educado y sincero. Aunque no le gustaba verlo tan poco, se acostumbró a tener un día específico para disfrutar su noviazgo.

Ana María decidió comenzar su vida sexual con él, aunque hubiera preferido hacerlo más grande o casada, sabía que era el hombre de su vida.
Sin que ella se diera cuenta, Daniel fue controlándole todo, cómo se vestía, qué amigos tenía, a qué lugares iba, incluso hasta qué comía, todo bajo la manipulación que era porque la amaba y la “cuidaba”.
Ella le obedecía todo y si ya era una chica antisocial, se convirtió en una ermitaña. Su vida era estudiar y esperar el tercer fin de semana de cada mes para pasar todo el día con él.
Un día fueron a Cuernavaca y prácticamente se la pasaron encerrados en el hotel teniendo sexo, al grado que se acabaron los condones que llevaba Daniel, así que la última vez lo hicieron sin protección.
A partir de ese momento, él le dijo que lo mejor era que ahora ella tomara pastillas anticonceptivas para evitar un embarazo y lo obedeció como siempre.
Tiempo después, Ana María comenzó con síntomas de una infección vaginal, se espantó muchísimo porque nunca le había ocurrido algo igual y acudió al médico de inmediato.
Le mandaron a hacer estudios y un exudado y le detectaron clamidia, una ETS. Ella investigó en Google todo y supo que se la había contagiado su novio, se sintió devastada por tener esa enfermedad que pensó no se le quitaría nunca y porque sabía que Daniel le ocultaba algo.
Tenía que hablarlo con alguien, así que le contó a una amiga que tenía en la universidad, la cual ya cursaba en ese momento.
La amiga le confesó que siempre se le había hecho raro que el tipo sólo la veía un fin de semana, que no la llevaba a su casa y que no iba por ella a la escuela.
Le sugirió seguirlo el fin de semana después de verla; así que armaron el plan. Lo primero que descubrió es que Daniel llegó a una gran casa en una ubicación muy diferente a donde se supone que vivía.

Después de eso, ellas fueron varias veces a la casa y se dieron cuenta que entraban y salían varios integrantes de la familia en el día, incluido Daniel y también que era mentira que viajaba a Puebla, que los fines de semana no disponibles eran porque salía con otras mujeres.
El mundo rosa de Ana María cada vez se desmoronaba más, se sentía traicionada, poca cosa, desilusionada e insuficiente.
Intentó dejar a Daniel pero él empezó a acecharla al grado de incomodarla. No aceptaba que terminaran el noviazgo.
Ana María estaba estudiando psicología, así que una de sus profesoras comenzó a ayudarla a darse cuenta que estaba en un noviazgo con un narcisista manipulador.
La amiga de Ana María fue la que le ayudó a contactar a un par de mujeres con las que cacharon a Daniel saliendo y su historia era similar, el tipo les decía lo mismo a todas.
Un día decidieron verse las 3 para platicar y terminaron dando con 2 mujeres más, es decir, Daniel era novio de 5 mujeres al mismo tiempo y tenía todos los perfiles cubiertos.
También investigaron que era mucho mayor, que pasaba los 25 años, es decir, que a todas las enamoró siendo menores de edad y eso es un delito sexual que se paga con cárcel.
Todas tenían la misma ETS y sus vidas se parecían, incluso ellas físicamente se sentían similares.
Un día decidieron reunirse para desenmascararlo, pero ninguna quiso proceder legalmente. Se conformaron con verlo a la cara para hacerle saber que lo sabían todo y después bloquearlo y evidenciarlo en redes sociales.

Ana María no ha podido entablar otro noviazgo y hoy todavía siente que no podrá volverse a enamorar, tiene miedo que le vuelvan a destrozar la vida de esa manera, no quiere volver a encontrarse con un lobo con piel de oveja.
Daniel desapareció de redes sociales y cambió su número de teléfono, pero un tipo como él es un peligro, es un delincuente que para conseguir lo que quiere, hace lo que sea.
Hoy que Ana María terminó su carrera, cree que se enamoró de un psicópata que es socialmente activo, que se camuflajea todos los días entre las personas sanas pero que puede cometer actos más graves.
Vive con miedo aunque poder contarle a sus papás lo que pasó la ha ayudado a sentirse más protegida por ellos.
Desde la pandemia, ella ofrece terapias gratuitas a personas de escasos recursos y lo sigue haciendo con mujeres violentadas.
No quiere dar sus datos por seguridad pero si alguien necesita de sus servicios, puede levantar la mano por este medio y la pondremos en contacto con ella.
Ana María, gracias por ayudar a las mujeres que viven un noviazgo abusivo como el que tú un día padeciste y del que lograste reconstruirte más valiente y más madura.
Y gracias también por romper el silencio porque cada que una mujer alza la voz, hace revolución y derrumba un muro de opresión de género.
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