Estoy escribiendo esta columna regresando de un viaje mágico a Disney. Para mí, un espacio en donde nos permitimos sentir la magia, revivirla y reconectarla.
¿En qué momento la olvidamos? Cuando somos niñas todo nos asombra, nos quita el aliento y nos saca un “wow” de la boca. Ser mamá me ha permitido revivirlo y vivirlo a través de una persona inocente, llena de curiosidad, sin miedo a equivocarse o complacer por el “qué dirán los demás.”
¿Cuándo nos olvidamos de la magia?
Conforme crecemos, desde mi punto de vista y experiencia, vamos perdiéndonos para pertenecer a una sociedad: ser parte de, hacerlo “como se debe”, esconder lo que pensamos o sentimos por miedo al rechazo y llenas de querer ser como otros, olvidando lo que sí somos.
Al llegar a Disney se me salieron las lágrimas, lágrimas de emoción de ver a miles de personitas disfrazadas de sus personajes favoritos, o del favorito de mamá que fue el que le regalaron. Sin cuestionarlo se convierten en princesas, superheroínas, sirenas, corredoras de coches, todos sus ojos irradian una luz inexplicable de emoción que sus cuerpos no pueden sostener.
Todo, absolutamente todo, parece perfecto. Y “parece”, porque como adulto entras en un constante “nada es perfecto”. Y, ¿qué si sí lo fuera? Si reconocemos que, así como es, incómodo, roto, mágico, con música, es perfecto.
Una vez que entras todos se vuelven felices, hay botargas por todos lados a las que se les piden fotos, autógrafos, es vivir una película en carne y hueso. Cada persona que trabaja ahí irradia felicidad y amabilidad. ¿Cómo no hacerlo cuando cada acción hace que te regalen una sonrisa?
La magia puede estar ahí siempre
Hay en momentos, claro, que es inevitable el llanto: de cansancio, hambre, enojo, porque quieren juguetes que no se les da y así la lista sin acabar. Sin embargo, la magia sigue: luces, comida, fuegos artificiales, adultos disfrazados, familias uniformadas y un constante recordatorio de disfrutar la vida y vivir el momento presente. Hace mucho no pasaba tanto tiempo sin el celular en la mano, qué increíble decir “no tengo tiempo para ver el teléfono” y qué delicioso se siente estar con la frente en alto y ver tantas sonrisas disfrutar la vida.
Cada paso era un contener de la lágrima que escurre sin poder evitarla. Claro que mi mente, en momentos, suelta un “Paulina que ridícula”; por otro lado pensar, ¿cuándo decidí o decidieron por mí que eso es ridículo? No sé y elegí permitirme sentir, sonreír, tomarme fotos y que mi cuerpo sintiera la magia que hay en ese lugar, la magia que los adultos hacemos para los niños.
Y, ¿por qué crearla ahí y no vivirla en el día a día?
De mí para mí: Paulina, divierte, diviértete para ti, juega, ríe y llora, descubre y pregunta. No te escondas, permítete brillar y encontrar la magia en cada momento, en cada día y cada persona. Hoy te digo, el mundo y la vida son magia, un milagro. Ábrete a ello y así cada día se convertirá en ese momento de Disney dentro de ti.