La maternidad es de las experiencias de vida más maravillosas, difíciles y romantizadas. A las niñas, desde chicas, se les “enseña” a soñar con ser mamás, a cuidar y tener hijos algún día. Se enseña entre voces y deber ser, porque tampoco se dice la verdad del proceso, lo difícil, cómo funciona el cuerpo y las responsabilidades que implica. Hay mucho sobre el dolor que nadie te dice de ser mamá.
Me impresiona todavía, incluso siendo mamá, cuántas mujeres desde chicas ya tenían nombres para sus hijos, soñando con ese momento “perfecto”.
El dolor que nadie te dice de ser mamá
La primera dificultad de ser mamá es embarazarte. Hay casos de quienes no quieren hijos y en un segundo se embarazan. Por otro lado, hay mamás que por más intentos se convierte en un camino difícil, cansado, de doctores, intento tras intento, dolor y pérdida. Cada camino es especial, sin embargo no se mencionan las dificultades y posibilidades. Los tratamientos de fertilidad siguen siento un tabú social y un misterio médico.
Segunda dificultad, tener 9 meses a un bebé en la panza. El cuerpo cambia, las hormonas y las relaciones de pareja. Todo mundo te dice “que increíble proceso”, nadie se atreve a decir lo incómodo y doloroso que puede llegas a ser.
Para mí, el proceso de embarazo es un milagro y es mágico; sin embargo, va acompañado de un costal de piedras de dificultades silenciosas que, de compartirlas, reincides un “pues tú querías ser mamá” o “¿que no estás feliz? ¿Por qué te quejas?”. Peor aun, “tantas mujeres que quieren ser mamás y tú te quejas por eso”.
Tercera dificultad: el parto, ya sea vaginal o cesárea, por elección o por necesidad. Siempre hay una opinión. Como mamá es de las cosas más difíciles, dolorosas físicamente y acto de amor que existe.
No porque te lo “deban” los hijos, sino porque ser mamá es renunciar a muchas partes de ti para amar a otro ser humano incondicionalmente. El dolor que puedes sentir es inexplicable, fugaz, se olvida con el tiempo. Cuando pensamos en el parto nos vamos al abrazo de bebé, recibirlo y amarlo. Sin embargo, va acompañado de mucho más, en ocasiones violencia obstétrica y abusos médicos sin consentimiento de la mujer.
La cuarta y para mí más difícil, es el postparto. Acompañado de dolor corporal, de lactancia, emociones y culpa. Recuerdo que todos me decían “el amor más grande es el de los hijos”, “cuando la abraces la vas a amar, nunca has sentido algo así”. Para mí eso llegó “tarde”, meses después de abrazar y cuidar a mi bebé.
Tenía emociones revueltas, culpa de no amar y miedos de estar haciéndolo mal. Me acuerdo de pedir ayuda medica y ser diagnosticada con depresión postparto, otro tabú que no se habla. Todo me llenaba de pena de decirlo y necesidad, al mismo tiempo, por compartirlo y ser acompañada.
Me acuerdo la primera vez que hablé de estas dificultades el escuchar un “es normal” o “a mi también me pasó, no estás sola”, y sentir un gran alivio. ¿Por qué nadie habla de esos dolores y dificultades de ser mamá? ¿Por qué nadie platica el verdadero dolor de parir y amamantar? ¿Por qué nadie platica del sentimiento de no poder hacerlo, de culpa y miedo de ser mamá? ¿Por qué este acto tan maravilloso, mágico y milagroso está tan romantizado?
Después de tres años de ser mamá, más nueve meses de embarazo, más meses de intento, reconozco a todas las mamás y mujeres en el proceso. Reconozco la valentía de serlo y el orgullo a todas esas mujeres que platican la carrera completa, porque a quien corre un maratón también le duelen los pies.
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