Cerca de que acabe el 2023 he estado muy pensativa del año, de las metas que se lograron, de las que se transformaron y también de los aprendizajes y proyectos que tomaron un camino distinto al que se pensaba. Todo eso me llevó a pensar en la palabra “fracaso”, una que saque hace varios años de mi vocabulario.
En la reflexión busqué la definición en el diccionario y es “resultado adverso en una cosa que se esperaba sucediese bien”. Sin embargo, me sonó muy fuerte empezando por el qué es “bien”, para quién, bajo qué…
Todo ‘fracaso’ tiene un valor
¿Por qué dejé de usar esta palabra? Elegí cambiarla por aprendizaje, me parece que el fracaso suena a que nada salió de la situación, como experiencias, aprendizajes y conocimientos. Sin embargo, de cada elección y proyecto podemos encontrar valor, por más que no salga como esperamos.
Cuando elegimos un trabajo, salir con una persona, ver a una amiga, ir a un viaje lo hacemos con la búsqueda de un resultado esperado, una expectativa de la acción. Cuando eso no sucede muchas veces la mente se pone creativa siendo nuestro peor enemigo: “claro, me dejó porque mi cuerpo…”, “me corrieron porque x es más inteligente que yo”, “nunca debí empezar ese negocio, mejor quedarme en una empresa” o “por esto a nadie le interesa lo que digo”.
Esas decisiones las hacemos con un “para qué” en mente. ¿Y si a pesar de no obtener el resultado deseado viéramos el aprendizaje? Con preguntas como “qué cambiaría”, “cómo hacerlo distinto”, “qué descubrí de mí en x situación”. Con dichas reflexiones nos abrimos a la abundancia, a ver lo que sí somos y tenemos, a no perdernos en el fracaso perfeccionista ni en las expectativas de otros en nosotras o creadas por nosotras con base en otras personas.
Por qué es importante equivocarte
Este año por primera vez saqué un curso presencial al que nadie se inscribió, después de 3 años de dar cursos con hasta 50 inscritos ese día llegó. Un día antes en la noche seguía sin entender por qué nadie estaba inscrito y con la esperanza de que despertara y alguien llegara. No pasó, y aun así me presenté a ese curso que había quedado con el universo que daría. ¿Fracaso? Todo lo contrario.
Aprendí que saqué el curso por complacer a otros y no a mí. Ese día daría una versión presencial de un programa online porque “la gente lo pide” y ni siquiera ellos que lo piden lo tomaron. Aprendí a escuchar a mi corazón e intuición; yo misma lo había creado desde la energía de no recibir y algo que iba contra de lo que más cómodo me resulta. Todo ello por cumplir las expectativas ajenas a mí.
Hoy te digo: prueba, equivócate y aprende, reflexiona de cada elección porque todo es información que te acerca a tu fuente, a ser tú. La incomodidad es parte del crecimiento y el fracaso es el aprendizaje más grande, porque lo intentaste, te moviste y es ahí donde más nos conocemos.