Dicen que quién está por cortarse el cabello cambiará su vida, y es que nuestro look capilar define mucho el quién somos, qué queremos y lo que queremos proyectar… incluso habla de nuestra religión, intereses o creencias.
Normalmente los cortes de pelo marcan tendencias, etapas, situaciones y trascendencias de cierta época de nuestras vidas. Hagan memoria y recuerden cómo se peinaban en secundaria y prepa. Yo me acuerdo y me quiero meter debajo de un árbol de la pena, unos inventos tan “marcianos” que hacía, pero creo que era parte de mi búsqueda de identidad y mi rebeldía adolescente.
El culto al cabello
Como sabemos, hay religiones que no permiten que las mujeres muestren su cabello al considerarlo una parte privada y sagrada del cuerpo, además de considerarla como sensual y provocativa por su hermosura. Caso contrario, en el sijismo (religión india, la novena en cuanto a volumen de creyentes en el mundo): los hombres llevan un turbante que tapa su cabeza y cabello para cubrirlo y tienen prohibido cortarse cualquier pelo del cuerpo al considerarlo como una extremidad más y parte importante de la persona, se cree que el pelo y su crecimiento de manera natural es un símbolo de respeto por la perfección de la creación divina.
En América, en general las costumbres y usos son sumamente diferentes ya que las mujeres aman cortar el cabello, cambiar de look constantemente, pintarlo y experimentar. Esto habla también de las diferentes culturas y el ‘approach’ que se le da a la libertad de expresión y la versatilidad, el interés por la expresión personal y la apertura de ideas y creencias.
Un vehículo de empatía y resiliencia
¿Será que hemos demeritado el valor e importancia que tienen todos los componentes del cuerpo humano que la mayoría del tiempo parecen dados de manera simple y tácita cuando en realidad son sumamente especiales y deberíamos rendirles más respeto?
Yo, aunque me considero una persona creativa y que busca siempre innovar, en realidad no cambio de look tan seguido. Por ejemplo, me hice fleco ya hace como cinco años, y he seguido en esa línea desde entonces; aunque de pronto lo he cortado un poco más y me he dejado crecer el cabello casi hasta la cintura desde inicios de la pandemia. Estoy buscando que crezca lo más posible para después cortarlo, no sin antes donarlo para la peluca de alguien que esté en tratamiento de quimioterapia. Entonces la realidad es que el cabello también puede ser un vehículo de amor, empatia y resiliencia.
Con cariño,
Gina