El hombre que me tiró la onda y estafó en un aeropuerto

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Hace un par de meses cumplí uno de mis sueños: viajar sola al extranjero. Confieso que me daba un poco de miedo por ser mujer, por la vulnerabilidad que esto representa en cualquier parte del mundo; y pese a que fue una gran experiencia, sí sufrí acoso de un hombre que además me estafó.

Mi familia, novio y amigos me dieron decenas de recomendaciones pues les preocupaba que viajara sola a otro país por lo confiada y despistada que soy. Cada año, hago un viaje sola pero dentro de mi país, esta era la primera vez que me iba a aventar a hacerlo a un lugar desconocido, con otra cultura y moneda, pero al menos el mismo idioma.

Fue un viaje largo, primero volé 9 horas y luego tomé otro vuelo, tuve tiempo entre la escala pero llegué de madrugada al primer aeropuerto, así que no había muchos negocios abiertos. Me urgía comprar un chip para tener internet, pero no tuve suerte.

Así que estuve incomunicada toda la madrugad hasta que al día siguiente, después del segundo vuelo, llegué a mi destino. Lo primero que hice al bajarme del avión fue buscar un banco para cambiar mis dólares y un sitio donde vendieran chips.

Foto: Rainer Prang / Pixabay

Busqué el banco dentro del aeropuerto y estaba cerrado, le pregunté a un hombre de seguridad que estaba parado afuera y me dijo que no era día hábil debido a que el país se encontraba en elecciones, pero que él podía cambiarme dólares, le dije que no, tomé mis maletas y comencé a caminar.

El tipo comenzó a seguirme e insistirme que él podía cambiarme hasta 80 dólares, pero que si quería más, conocía a alguien confiable y que iban a darme el mejor tipo de cambio. Yo seguía avanzando, cada vez más rápido, y le repetía que no quería.

Después de unos metros dejó de seguirme y me dijo que no me espantara, que tuviera buen viaje. En ese momento respiré y busqué con calma el chip que necesitaba para volver a estar comunicada.

Pregunté en un local de souvenirs y postales y sí tenían, les dije que necesitaba tener internet por 11 días. El encargado o dueño, quien estaba en la caja, me dijo que tenía que pagar el chip más una recarga, que en total iban a ser 15 dólares.

Foto: Katy Veldhorst / Pixabay

Pagué y uno de sus empleados le dijo que él me ayudaba a instalarlo, yo agradecí que ellos me solucionaran eso. Le di mi celular al chico, quien calculo tendría entre 20 y 25 años.

El hombre quitó mi chip mexicano, lo pegó en un papelito para evitar que se dañara. Vi que le movía a las configuraciones, pero estaba atenta que no hiciera cosas raras con mi teléfono.

Me pidió permiso para guardar su número para mandar un mensaje y comprobar que ya tenía el servicio instalado, le dije que sí, para nada pensé que eso era innecesario. Luego me dijo que iba a hacerle la recarga, en ese momento sí se llevó mi celular al mostrador, pero yo no le perdí la vista.

Al regresar me dijo que ya estaba todo, que iba a tener internet y llamadas ilimitadas por 2 semanas, lo cual me pareció fabuloso. Y me indicó que me había mandado el mensaje para probar que ya estaba conectada con el mundo.

Antes de checar su mensaje, le mandé uno a mi mamá para avisarle que había llegado bien y ya tenía internet otra vez. En México era de madrugada, así que solamente vi que salió el WhatsApp y le confirmé que ya tenía red.

El hombre insistió en que revisara su mensaje, vi que se había guardado con su nombre: Leandro. El mensaje decía: “¿Te puedo dar un beso?”.

Ilustración: Pixabay

Imaginen mi reacción al leer eso, luego de que acababa de pasar el momento incómodo con otro hombre persiguiéndome por cambiarme dólares. Tenía apenas unos minutos en el país y yo ya me sentía muy insegura como mujer sola viajera.

Leandro me volteó a ver y me preguntó si sí me había llegado el mensaje, le respondí que no, que sí lo había leído pero que no quería. Me dijo que se había tomado el atrevimiento porque era una mujer muy atractiva.

Agarré mis maletas y salí de allí, pero él me comenzó a seguir y tomó una de mis maletas, me dijo que me ayudaba, yo quería quitársela y le decía que no era necesario, que mi novio ya estaba esperándome para tomar el vuelo y se me estaba haciendo tarde. En ese momento me dijo que pensó que iba sola y era soltera.

¡Se dan cuenta! El hombre se sintió con derecho de tirarme la onda solamente porque me vio sola y eso nada tiene que ver con la nacionalidad. El machismo no tiene fronteras.

Me paré en seco y le dije que por favor no me siguiera ni me ayudara, que no estaba interesada en él ni en sus propuestas. Y quiso abrazarme, pero yo me hice para atrás y le dije fuerte que no, que ya se fuera.

Foto: Sammy Sander / Pixabay

Afortunadamente se fue, me metí al baño para hacer tiempo y que al salir no me persiguiera ni viera hacia dónde me iba, me dio paranoia. Le compartí mi ubicación en tiempo real a mi mamá en lo que llegaba a mi hotel.

El mal trago había pasado y afortunadmente el viaje fue maravilloso, después conocí y encontré personas, incluidos hombres, muy amables que me hicieron sentir segura y bienvenida en su país. Incluso fui al cajero preguntando cómo llegar y en ningún momento sentí miedo.

Pero Leandro tenía un as bajo la manga que no me esperaba. Resulta que solamente pude mandar un mensaje de WhatsApp y al salir del aeropuerto me volví a quedar sin internet. El tipo no hizo la recarga, como me había dicho, y entonces no se activó mi plan. ¡Me estafó!

No sé si lo hizo para que al día siguiente volviera o le escribiera y tuviéramos contacto o porque se adelantó a la venganza suponiendo que no iba a querer besarlo y tener con él una aventura de aeropuerto.

La estafa de este hombre no me salió tan cara monetariamente, pues con 1 dólar activé mi plan y tuve el internet ilimitado que necesitaba por el resto de los días de mi viaje, pero qué ganas de jodernos a las mujeres solamente porque piensan que son superiores por vernos solas.

No dejaré de viajar sola por esta mala experiencia; sin embargo, sí lo haré con más cuidado e investigando los lugares que visitaré, pues lamentablemente por ser MUJER soy más vulnerable a hacer viajes en solitario sin importar el destino del mundo al que vaya.

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