Nosotras.com.mx es el sitio femenino de EL UNIVERSAL que presenta temas de actualidad relevantes para la mujer de hoy: empoderada, segura e independiente
Hace 2 años, hace 104 columnas comenzó este espacio al que decidí llamar: 1, 2, 3 X NOSOTRAS y cuyo objetivo es hablar entre mujeres sobre amor, desamor, sexo, autocuidado, empoderamiento y demás temas que nos importan, algunos de ellos polémicos porque todavía son tabúes.
Semana a semana les he contado mis historias, las suyas y las de algunas mujeres a las que les arrebataron la voz y así es como este espacio ha ido tomando forma y se ha convertido en una tarde de café con amigas, en una denuncia de violencia de género o en una anécdota memorable.
No puedo más que agradecerte a ti por leer cada columna, por mandarme tu historia, por darme la confianza de ponerte de ejemplo para ser inspiración para las demás. Gracias por ser y hacer juntas 1, 2, 3 X NOSOTRAS.
Este proyecto es uno de mis sueños cumplidos, una de las mayores satisfacciones de mi carrera periodística, pero también una gran responsabilidad de crear un espacio de difusión para poner en la mesa temas de los que debemos hablar sin reserva ni censura.
De mujer a mujer podemos ser inspiradas y también ser inspiración y espero que con las historias que encuentres en este espacio te identifiques y te sientas comprendida.
De las más de 100 columnas publicadas en 1, 2, 3 X NOSOTRAS, la más leída ha sido la titulada: “Así fue salir con alguien que tenía eyaculación precoz”, la primera anécdota personal que les compartí y con la que se identificaron varias de ustedes porque me llenaron el DM de mensajes.
Y resumiendo el top 10 de las más exitosas le siguen los temas:
Como pueden darse cuenta, los temas que más les han interesado son los sexuales y, ¿saben por qué? Porque son los que siguen siendo estigma en nuestra sociedad y en nuestro género. Sin embargo, el que sean de mayor curiosidad significa que estamos dando un gran paso para romper esos tabúes.
La sexualidad en nuestra vida es fundamental, tan importante como otras necesidades o placeres fisiológicos y tener la libertad de poder escribir sobre ello y ustedes de leerlo nos hace también mujeres históricas.
Para la tercera temporada de 1, 2, 3 X NOSOTRAS me gustaría recibir sus historias sobre sexualidad que quieran compartir con las demás.
Sigamos rompiendo la censura que el machismo nos impuso hablando de estos temas que nos importan hasta que dejen de ser estigmatizados, 1, 2, 3 X mí y por todas mis amigas que queremos equidad, reconocimiento y libertad de género.
Probablemente, tu menstruación sea uno de los procesos de tu cuerpo que menos atención tiene, ya que solamente la monitoreas para saber lo elemental. ¿Cuándo eres más fértil y cuándo no? ¿Cuándo te debe llegar y cuándo no? Pero tu menstruación también podría advertirte que tienes dismenorrea. Si te preguntas, ¿cómo saber si tengo dismenorrea? Pues, estos son los síntomas.
Primero definamos de qué trata esta condición. La dismenorrea se presenta durante los ciclos menstruales, y no es más que esos cólicos fuertes que no permiten que realices tus actividades diarias, debido al dolor que producen.
La Clínica Universidad de Navarra explica que es normal que tengas molestias o incomodidad durante tu periodo, pero si este se vuelve un factor que te impide llevar con normalidad tu día a día, entonces tal vez tengas dismenorrea.
¿Cómo saber si tengo dismenorrea? Estos son los síntomas
Todos los cuerpos son diferentes, por lo que no necesariamente puedes sentir todos o los mismos síntomas que otra mujer. Sin embargo, de acuerdo con Yale Medicine, estos son los síntomas principales que podrían indicar que tienes dismenorrea:
• Cólicos menstruales fuertes
• Dolor en el abdomen bajo
• Diarrea
• Dolor de cabeza
• Mareo
• Dolor en la espalda baja
Los cólicos pueden presentarse en forma de dolor pélvico, que llega a alcanzar la zona lumbar y las piernas. El malestar puede comenzar antes de la menstruación o durante las primeras 24 horas y disminuye después del segundo día del periodo.
¿Cómo saber si sufres de dismenorrea?
Debes acudir a un revisión ginecológica, una vez que hayas identificado que tus síntomas coinciden con la sintomatología de la enfermedad. Por lo general, te pedirán tu antecedente de ETS, así como tu historial sexual. También, exámenes clínicos como ultrasonidos, laparoscopia y histeroscopia.
En los resultados buscarán posibles endometriosis, pólipos, fibromas, anomalías uterinas o cervicales, explica Clínica Universidad de Navarra.
¿Cuáles son las causas de la dismenorrea?
Existen dos tipos de dismenorrea. La primaria y la secundaria. La primaria se presenta porque los niveles de prostaglandina en el útero son elevados. De acuerdo con la Clínica Universidad de Navarra esta hormona la segrega tu propio cuerpo durante la menstruación para provocar contracciones en el útero y eliminar el revestimiento del mismo. Y cuando la segrega por encima de los niveles necesarios provoca dismenorrea.
Se presenta en los primeros periodos menstruales. Sin embargo, debe disminuir mientras se envejece. Según el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, de la ciudad de Washington D.C., la dismenorrea puede mejorar después del parto, aunque no pasa con seguridad en todos los casos.
La secundaria es causada por endometriosis, que es cuando un tejido similar al del revestimiento del útero se forma en otras partes del cuerpo, como en los ovarios; fibromas uterinos, que son tumores no cancerosos desarrollados en la pared del útero.
La adenomiosis, le sucede más a las mujeres que ya han tenido hijos, es cuando el tejido que recubre el útero crece en las paredes del mismo y enfermedades inflamatorias pélvicas, que pueden ser cualquier infección en el órgano reproductor femenino.
Hace unos días una amiga me contó que se sentía muy abrumada porque fracasó en su vida profesional, me preocupé mucho y la cité para una intervención (plática entre amigas) pues está siendo muy dura consigo misma. ¿Por qué las mujeres nos exigimos tanto? Somos nuestros peores verdugos.
¿Qué significa ser mujer? Ser fuerte, ser amorosa, ser buena, ser comprensiva, ser apoyo, ser pilar, ser madre, ser pareja, ser sexy, ser, ser y ser… Esta lista se haría larguísima y te aseguro que encontrarías algo más que agregarle siempre.
Tal pareciera que ser mujer viniera con una carga de exigencias de lo que debemos ser y hacer porque tenemos que poder con todo, como si fuéramos superheroínas, que sí somos pero no en un sentido literal.
En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer del año pasado, la periodista Adela Micha realizó un video en el que durante 2 minutos le pide a los hombres que intenten ser MUJER por sólo un día: ¿cómo se vería?, ¿qué se sentiría?
Su discurso fue poderoso pero también revelador y resume la gran carga con la que vivimos NOSOTRAS, y no, no tenemos que ser todo y poder con todo. Somos humanas, está bien y no pasa nada si no llenamos las expectativas que nos creó nuestra cultura sobre el ser mujeres.
Ser MUJER NO es poder con TODO, NO es ser lo que esperan de NOSOTRAS. Cada una construimos, a lo largo de nuestra vida, lo que significa ser mujer. No cargues con etiquetas porque el camino es largo y no necesitas llevar más peso.
¿Qué pasa si somos nuestras peores juezas y nos exigimos demasiado? Pues no sólo se tendría frustración, enojo y tristeza, sino que nos sentiríamos como mi amiga: fracasadas, derrotadas e inferiores. Es muy fuerte que sean los demás los que nos digan lo que valemos, lo que somos y lo que hemos logrado.
Porque no sé si lo sabes pero la autoexigencia no sólo desarrolla problemas emocionales sino físicos.
¿Cuáles son los padecimientos y las enfermedades de la autoexigencia?
La psicóloga Adhara Monzó los engloba en 6 tipos:
Emocionales: Tristeza, depresión, ansiedad y estrés.
Físicos: Tensión muscular, agotamiento físico, problemas gastrointestinales, entre otros.
Sociales: Aislamiento, pérdida de amigos y competitividad.
Conductuales: Exceso de tiempo para realizar las actividades cotidianas, comprobación excesiva y obsesiva para detectar los errores y procrastinar.
Cognitivos: Pensar en los errores cometidos de manera constante, autocrítica excesiva, baja concentración, entre otros.
Otros: Intereses limitados, es decir, la persona se centra en lo que más se exige, por ejemplo: en el trabajo, y se olvida de lo demás.
La psicóloga afirma que “la autoexigencia no es la ‘causa’ de la baja autoestima, pero la incentiva. Es mucho más probable que una persona con baja autoestima se refugie en el perfeccionismo para sentir que destaca en algo y así poder valorarse a sí misma”.
Y en un escenario catastrófico, la autoexigencia puede desembocar hasta en un ataque al corazón o en una depresión severa. Así de grave es juzgarse demasiado a sí misma. Y como mujeres ya tenemos mucho con cuidarnos para evitar ser la próxima víctima de un feminicidio y con luchar y exigir que se nos respete y se nos reconozca igual que a los hombres.
Ser mujer debería significar solamente: amarnos, cuidarnos y admirarnos a NOSOTRAS mismas.
Quisiera que hiciéramos un ejercicio, que si bien no hará un cambio radical, me parece que sí hará una diferencia en NOSOTRAS y en las mujeres que nos rodean. Cada que te sea posible, dile a las mujeres que amas y admiras que lo haces y por qué lo haces, qué ves en ellas y agradéceles su existencia y su presencia en tu vida.
Tal vez una de ellas sea esa MUJER que necesita escuchar de otra boca lo que es y lo que ha logrado.
Ser MUJER lo es todo y como tal, merecemos el respeto y reconocimiento igualitario que el machismo nos ha arrebatado. Ese fue el eje de un evento feminista al que asistí hace unos días y en el que conocí a Camila, quien perdió hasta los apellidos por luchar por su género. Esta columna 1, 2, 3 X NOSOTRAS también es un espacio para exponer las historias de mujeres que con su lucha nos inspiran, como ella.
Nació siendo hombre en Chimalhuacán, Estado de México, hace 41 años, sus padres la llamaron José María y le decían “Chema”. Creció en una familia muy católica y machista. Su papá era peluquero, tenía su negocio en su casa, y su mamá era ama de casa. Tuvo 5 hermanas, todas mujeres. Fue la última hija porque su papá quería un varón.
Su familia vivía con lo necesario, recuerda que muchas veces no había dinero para comer y tenían que vivir de huevo, arroz y frijoles. Su casa (en obra negra) se componía solamente de tres cuartos: uno lo ocupaban para la cocina y la sala, el otro era la recámara de sus papás y el tercero era donde dormían todos los hijos. Compartían un baño en la casa pero tenían el de la peluquería para las emergencias.
Camila recuerda que desde el kinder comenzó a sentirse una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y eso se fue intensificando con los años, siempre quiso que le dijeran: ella. Sin que se dieran cuenta, robaba la ropa de sus hermanas y se la ponía en los probadores de las tiendas. En esos momentos ella se sentía bien, le gustaba lo que veía en el espejo.
Cuando entró a la secundaria, sus papás y hermanas comenzaron a violentarla con calificativos como: “puto”, “maricón”, “mayate”, al igual que lo hacían sus compañeros de la escuela y los vecinos.
Pero todo se puso peor el día que cumplió 13 años y su papá le pidió a su compadre que lo “hiciera hombre”. A ella le dijo que su padrino iba a llevarla a festejar, se arregló y nunca pensó que ese día su vida iba a cambiar por completo, pues confiaba en su padrino, hasta ese momento era de las pocas personas que no la habían agredido por sus evidentes preferencias de género.
Cuando se subió al taxi de su padrino comenzó un discurso sobre que estaba en la edad de “hacerse hombrecito” y que sus papás estaban preocupados por sus gustos “afeminados”. Ella guardó silencio, no sabía qué decir, no sabía si era el momento de confesarse. Y es completamente entendible, era una niña, tenía 13 años y nunca le crearon un vínculo de confianza para poder hacerlo, al contrario, solamente la agredían y la discriminaban.
Llegaron a un burdel, en el que ya la esperaban dos sexoservidoras en uno de los cuartos del lugar, a las que su padrino les había pagado para que tuvieran sexo con ella. Le pidió que entrara y recuerda haberlo hecho temblando. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo, como aquella vez.
Entró sin decir nada y en cuanto cerró la cortina que funcionaba como puerta, las mujeres comenzaron a acariciarla para tratar de calmarla, ella se congeló. Le quitaron la ropa, la hicieron que las tocara y la masturbaron.
Le hicieron sexo oral las dos, la estimularon vía anal para tratar de que tuviera una erección, lo cual nunca pasó. Cuando terminó su tiempo, salieron y la dejaron vistiéndose. Esa tarde Camila fue violada por dos mujeres y les pagaron por ello.
Salió del privado sintiendo la tristeza más grande y queriendo terminar con su vida. Era una niña pero sabía que no quería regresar a la casa en donde las personas que supuestamente la amaban la habían lastimado de esa manera.
Su padrino se sentó a tomar con las sexoservidoras y ella aprovechó para salir corriendo del burdel. Con la muda de ropa que llevaba y menos de 30 pesos en la bolsa, Camila decidió no volver nunca más con su familia.
Esa noche tomó el metro a la CDMX, específicamente a Bellas Artes, donde buscó una banca para dormir y así comenzó a sobrevivir un día a la vez, pasando hambre, frío y peligros, pero nunca más por una violación.
Lo primero que hizo fue “bautizarse” con el nombre de Camila sin apellidos y comenzar de cero, asegurando que no tenía familia y que no recordaba nada de su vida; hubiera querido que realmente fuera así.
Trabajó en todo, en los mercados, haciendo limpieza en casas, de ayudante en varios negocios, todos empleos informales porque no tenía documentos. Siguió sufriendo discriminación y violencia verbal pero a esas alturas ya todo se le resbalaba, había creado una “capa” gruesa de piel que la blindaba porque se prometió que nunca más nadie iba a lastimarla de ninguna manera.
Hasta que conoció a su jefa actual, que tiene una estética y que es madre soltera de dos hijos, pues huyó de su esposo alcohólico cuando se cansó de las golpizas y los malos tratos. Sus historias las hicieron sentir empatía la una por la otra; mujeres somos y la sororidad nos une.
Al principio la dejó vivir en la estética hasta que Camila conoció a su actual pareja: Iván, un hombre que era cliente de la estética y que poco a poco se fue enamorando de ella.
Hasta ese momento, Camila se vestía como mujer, se depilaba con cera y usaba bras con relleno, porque no tenía las posibilidades económicas para hacerse las cirugías y tratamientos que la hicieran sentirse ella.
Pero cuando comenzó su relación con Iván, se les ocurrió comenzar a hacer tandas para obtener dinero y pagar los tratamientos de hormonas y su cirugía de senos. Hoy Camila se siente feliz con su imagen, aunque todavía están haciendo la “vaquita” para la cirugía de cambio de sexo. Dice que cuando eso suceda, al fin logrará mirarse al espejo con total amor.
Pese a todo lo que ha vivido, Camila es una mujer muy resiliente, empática y sensible. Acude a eventos feministas en busca de poder tener una identidad como mujer y papeles oficiales que la respalden. En su camino ha conocido mujeres que buscan lo mismo: reconocimiento y derechos, ¡los merecen!
Sobre su familia, nadie hizo nada por buscarla; supo que sus padres fallecieron y que sus hermanas siguieron el patrón machista, pues viven con hombres que las violentan.
Camila dice que lo perdió todo por ser mujer, pero no es así, ella lo ganó todo precisamente por buscar serlo. Hoy tiene un hogar, por primera vez, un sitio seguro, una familia que la ama y la respeta, un trabajo y un cuerpo que ya siente suyo. Le falta conseguir papeles, pero su identidad ya la creó.
A través de esta historia espero que encuentre el apoyo que le hace falta para ser reconocida oficialmente como MUJER. Por Camila y por todas NOSOTRAS que merecemos vivir sin violencia de género.
Es triste pero hoy la pobreza tiene género y es femenino, esto debido a la desigualdad de oportunidades laborales, sociales, económicas, políticas y culturales, lo cual conlleva a un abuso y todo solamente por ser mujer.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) afirma que la pobreza no sólo depende de los ingresos económicos, sino de que una persona no tenga garantizado el acceso a los servicios de salud, a la seguridad social, a la educación, a la calidad y a los servicios básicos de la vivienda; así como al alimento.
Tomando en cuenta esto, El Coneval reportó en 2021 que en México se registraron 29.1 millones de mujeres que viven en situación de pobreza, es decir, el 44.4% de la población, mientras que hombres fueron 26.6 millones (43.4%).
Entre 2018 y 2020 el número de mujeres mexicanas en pobreza aumentó de 27.1 a 29.1 millones, es decir, 4 de cada 10 mujeres del país se encuentran en esta condición, específicamente, en el caso de las mujeres indígenas es 7 de cada 10.
Mientras que a nivel mundial, el 70% de las personas pobres son mujeres, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo que representa que 1 de cada 5 niñas viven en esta condición.
Pero estos datos se contrastan con lo que las mujeres producimos y trabajamos, pues el 66% del trabajo en el mundo es realizado por el género femenino; sin embargo, por ello solamente reciben el 10% de los ingresos. Esta desigualdad es marcada por una violencia de género en la que se considera que el hombre es el que merece tener los puestos más altos y sueldos superiores.
Además en varios países, africanos y asiáticos principalmente, se les prohíbe a las mujeres asistir a la escuela, tener una profesión y, por lo tanto, lograr una independencia económica. Pero sí trabajan en casa sin recibir ningún sueldo por hacerlo.
Piensa en ti, en tu experiencia, mira a tu alrededor, te aseguro que en tu empresa los puestos más altos todavía los tienen los hombres, que pese a tener los mismos cargos, las mujeres ganan menos, que a ti te ha costado el doble obtener reconocimiento económico y laboral frente a tus compañeros. En esta columna les cuento mi historia sobre el acoso que viví por parte de mi jefe.
Abrirnos la brecha a la igualdad económica y laboral no está siendo sencillo pero cada vez que una mujer obtiene un puesto de poder, que tiene acceso a los derechos de la salud, que tiene un sueldo digno y que es reconocida igual que un hombre, podemos decir que ¡ganamos todas!
Deben entender que esta lucha no es por ser mujeres, es porque se den cuenta que somos personas y como tal debemos tener los mismos derechos. Seamos la punta de lanza para que en el futuro seamos no sólo la fuerza laboral, sino también con remuneración igualitaria y reconocimiento digno y justo.
Soy una mujer con los pechos muy grandes, mi talla de copas de brasier es doble D, no encajo en las tallas tradicionales mexicanas que suelen ser: A o B. Tener los senos tan grandes ha sido todo un reto y más cuando son naturales y los tienes así desde los 14 años.
Poco antes de cumplir 15 años mis bobs comenzaron a crecer de una forma desbordada y esto me causó, al principio, mucha incomodidad porque además del dolor físico, verme tan diferente y enorme me asustaba.
Recuerdo la primera vez que fui con mi mamá a comprar brasieres, recorrimos todas las tiendas de lencería de la plaza y no había uno bonito que me quedara. Hay diseños hermosos para el primer sujetador pero son talla A, a lo mucho B. Los que sí eran mi talla eran básicos: blancos lisos y aburridos con la espalda muy ancha y los tirantes gruesos para soportar el peso.
Hice berrinche por no poder tener un bra rosa con corazones y listones en forma de moño, me tuve que ir con modelos de señora.
Mis compañeros de la escuela me pusieron muchos apodos, como: “Vanechichis” y a esa edad eres como la mujer barbuda del circo, una novedad entre hombres y mujeres, pues tu cara sigue siendo de niña pero el cuerpo es de una mujer muy curvilínea.
Otro de los inconvenientes fue que en la escuela tenía que usar camisa y es un tipo de prenda que no va con pechos tan grandes pues revientan el botón. Así que los trucos para que la camisa no se abriera de esa parte era siempre tener un segurito a la mano, de lo contrario se asomarían.
Pero luego de lucir mi primer bikini me enamoré de mi cuerpo y de mis pechos doble D que han sido mi soporte y serán mis salvavidas en caso de que me caiga al mar sin chaleco y ese lujo no lo tiene cualquiera.
Ser una mujer con los senos tan grandes es un reto para todo, son hermosos, la ropa se ve increíble pero también son rebeldes y autónomos, a veces pienso que ellos me condicionan a mí y también a los que se hipnotizan con ellos.
Las actividades no se viven igual, como dormir. Es imposible hacerlo boca abajo porque duelen mucho cuando se aplastan. La posición ideal para hacerlo es boca arriba, aunque yo prefiero dormir de lado, pero cada cierto tiempo el dolor del peso me despierta y es cuando me giro para el lado contrario.
También es muy común que “estorben” al comer, así que los alimentos terminan cayéndose sobre ellos, son como un imán de cosas.
Otro de mis problemas es que desde que crecieron no veo mis pies bien y no hay manera que pueda cerrar los brazos porque me duele.
Ser una mujer copa doble D también significa padecer dolor de espalda, ya que el peso va mermando la columna y es por eso que los sujetadores tienen que ser gruesos para ayudar con eso. Así que al final sí terminas amando los bras gresos, aunque en estas tallas son mucho más caros, claro porque tienen más tela.
Yo suelo comprarlos, generalmente, por internet en Estados Unidos, para encontrar variedades con encaje o estampados y colores. Pero en México sí venden algunas marcas en blanco o negro y los encuentras en los supermercados solamente.
Otro detallito es que el mundo piensa que siempre usas escote pero en realidad la línea de los senos grandes comienza casi desde el cuello, entonces todo lo que te pongas parecerá que es muy descubierto. Y cuando realmente se usa un escote la gente se queda sorprendida.
Viajar siendo talla doble D de senos es una odisea pues los bras ocupan la mitad de la maleta y si te toca que la abran en migración, se espantarán porque las copas parecen gorros de judío, son del mismo tamaño.
Al tener pechos grandes te olvidas de los abrazos apretados pues hay un par de tetas de por medio que se interponen entre tu cuerpo y el de la otra persona.
Lo que sí es muy conveniente es que al ser tan grandes, se ven bien uses o no brasier, pues están firmes solos, no necesitan que nada les dé forma. Yo disfruto mucho andar sin nada y dejarlos respirar un poco.
No soy una persona que haga ejercicio pero hay que comprar un buen sujetador para que se queden en su lugar, no reboten y no duelan con el movimiento.
Lo que sí es un gran mito es que si subes de peso se te ponen más grandes o si bajan se te desaparecen, esta no es una regla, pues las personas que por herencia los tenemos así desde que nos desarrollamos, nunca cambiarán de talla o tamaño.
Las bromas sobre ser una mujer chichona serán eternas así que yo también me uno y a mis senos les puse apodo, porque casi que me tocaba registrarlos como seres independientes con nombre y apellido. Es como si fuéramos ellos y yo, así que son mi más 2 en esta vida.
Pese a los inconvenientes que mis pechos gigantes me hacen pasar todos los días, me gustan y hacen que me sienta auténtica, así que no es tan malo ser doble D naturalita.
Datos curiosos de los pechos:
– El tamaño puede ser hereditario.
– No son simétricos, cada uno tiene su forma y su tamaño.
– Los pechos no son sólo grasa, están conformados por lobulillos, conductos, tejidos adiposos y tejido conectivo fibroso.
– Los lobulillos son los que producen la leche materna.
– Todos los fetos son femeninos hasta la semana 7, por ello los hombres también tienen pezones.
Recientemente, se ha estado hablando sobre un nuevo procedimiento quirúrgico que está teniendo lugar entre algunas mujeres en los Estados Unidos. Se trata de la cirugía de clítoris, ¿habías alguna vez escuchado sobre esta cirugía? Esta intervención no solo es estética, sino que también tiene otros propósitos.
En Nosotras te contamos más al respecto.
Cirugía de clítoris
De acuerdo al sitio web UPSOCL, hace poco se supo sobre una operación de la que no se sabía tanto: la cirugía del clítoris. Esta intervención médica no solamente es estética, ya que también tiene otros propósitos. Según un artículo publicado en BuzzFeed, explica con detalle cómo fue que nació esta idea. El objetivo primordial de esta cirugía fue el placer en las mujeres.
La historia de Ana y su experiencia personal
La historia de Ana, quien decidió usar este seudónimo para esconder su verdadera identidad, contó que ella era una asistente médica de Florida, Estados Unidos, que tenía algunos problemas para llegar al orgasmo y se sentía insatisfecha en el plano sexual.
Ana comenzó a tomar testosterona y estrógenos sintéticos para mejorar su líbido cuando tenía 30 años. Sin embargo, esos suplementos le quedaron cortos y tuvo una idea mucho más radical: preguntarle a su médico de cabecera si podía intervenirse el clítoris para sentir más placer.
Según la mujer, el tamaño de su clítoris era “notable” pero quería que fuera aún más grande. Así fue que la mujer, ya con 56 años, consultó con el doctor Christopher Salgado, un cirujano plástico que la ayudó con la intervención.
La operación novedosa
El médico nunca había sabido de un caso como éste, pero decidió ponerse manos a la obra. Fue así que dio con un estudio del Journal Sexual Medicine que hablaba sobre la relación entre tener un clítoris más grande y la mayor capacidad de alcanzar el orgasmo.
La mujer contó que quería la cirugía “lo antes posible”, así que el doctor Salgado la operó. La intervención duro tres horas y no hubo ningún problema. La parte visible del clítoris de Ana creció unos 50 milímetros y de ahí en adelante sus respuestas sexuales fueron más intensas.
“La sensación es diferente. Realmente cambió mi vida…Tienes que ser feliz contigo misma. Si quieres explorar tu cuerpo, si quieres sentirte diferente, hazlo”, concluyó Ana.
Finalmente, el doctor Salgado compartió la experiencia de Ana en un estudio médico que publicó en internet y varias mujeres lo llamaron para realizarse la misma intervención. De hecho, ya ha operado a otras cuatro mujeres.
Cada año la revista TIME elige a las 100 personas más influyentes del país. Y este 2023 en su centésimo aniversario hubo tres mexicanas en su lista: en la categoría de artistas encontramos a la actriz Salma Hayek Pinault y en la de líderes a María Herrera Magdaleno.
María Herrera Magdaleno
Cariñosamente conocida como Doña Mary, esta mujer de 73 años de edad ha estado buscando a sus hijos por más de una década.
Raúl, Jesús Salvador, Gustavo y Luis Armando, desaparecidos entre 2008 y 2010, son cuatro de los ocho hijos de Mary, y su desaparición dejó un inmenso dolor en su corazón.
En México más de 100 000 personas mexicanas están desaparecidas. Infantes, jóvenes, mujeres, hombres, y personas de la tercera edad dejan un profundo vacío en sus familias todos los días.
Desde que perdió a sus dos primeros hijos en 2008, doña Mary acudió a las autoridades para que le ayudaran a encontrarlos, pero con la inexperiencia no supo qué hacer cuando estas no actuaron.
Dos años después, cuando Gustavo y Luis desaparecieron, Herrera se dio cuenta de que no pararía hasta que se le diera solución a su caso.
Fue entonces cuando supo que los cárteles de narcotraficantes tenían que ver con estas desapariciones, y junto con otras madres que se encontraban en la misma situación, descubrieron que las autoridades estaban coludidas, y no recibirían su apoyo.
Activismo e influencia
Así, año tras año, esta madre convirtió su dolor en furia y su furia en acción. Convirtiéndose en activista por la búsqueda de personas desaparecidas, llevó su caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y denunció a México por su incompetencia al resolver estos crímenes.
Poco a poco más familias con este profundo dolor se han sumado con la activista, quien influyó en la fundación de Red de Enlaces Nacionales que es un conjunto de colectivos que se dedica a investigar las desapariciones forzadas.
El pasado 26 de abril, durante la gala de TIME 100, María Herrera Magdaleno, portó su rebozo bordado con la leyenda “+ de 110 mil desaparecidos en México. Hasta encontrarles”, dejando así un mensaje contundente de protesta hacia la impunidad de las desapariciones forzadas que suceden en nuestro país.
Mujeres:1, 2, 3 x NOSOTRAS que somos valientes y nos atrevemos a denunciar la violencia de género. Hoy quiero contarles que sufrí abuso médico por parte de un gastroenterólogo de un hospital privado y no supe qué hacer.
Las mujeres también sufrimos abuso por parte de nuestros médicos, según la American College of Obstetricians and Gynecologists y la American College Health Association, las áreas que concentran el 70% de las denuncias son: ginecología (medicina obstétrica), psicología y medicina general.
Según la Fundación Marie Stopes, el abuso médico se caracteriza porque el doctor sobrepasa el límite de revisión física profesional, como:
Solicitar desnudez cuando no es necesario.
Hacer tocamientos o mediciones que no son apropiadas.
Sugerir revisiones que no tienen relación con el motivo de la consulta.
Hacer comentarios ofensivos o inapropiados.
Hacer que la paciente ingiera medicamentos para drogarla.
El gran problema de ser víctima de abuso médico es que te cuesta trabajo identificarlo pues te sientes confundida porque se supone que estás tratando con un profesional de la salud; justamente eso me pasó y tardé días en entenderlo.
Hace unos meses padecí un cuadro de colitis nerviosa, por lo que acudí al gastroenterólogo, decidí probar en un hospital privado al que nunca había ido porque me queda más cerca de la casa en la que vivo actualmente y no quería atravesar la ciudad para ir con mi médico de cabecera.
Mi primera consulta fue muy profesional y me agradó el trato con el doctor que me tocó. Debido a que mi cuadro de colitis era severo, me recetó tratamiento y me pidió realizarme unos ultrasonidos y estudios y me dio fecha para regresar un mes después.
Días antes de mi segunda consulta, desde el WhatsApp del hospital me indicaron que mi médico había tomado una licencia, por lo que me iba a atender un nuevo gastroenterólogo, me dieron su nombre y me pidieron confirmar. Lo hice.
Llegó el día de mi cita, fue a las 18:00 horas. Al entrar al consultorio el doctor me extendió la mano para presentarse, me dijo que era egresado del Instituto Politécnico Nacional y que tenía la especialidad en gastroenterología, pero que también había asistido algunos partos. Incluso me mencionó su número de cédula y me invitó a sentarme.
Mientras me decía todo esto, se quitó el cubrebocas, sacó de su mochila un perfume, se lo roció en las manos y lo untó en su pelo y mejillas. Me pidió perdón por hacerlo pero dijo que el día había estado largo y él se sentía sudado y mal oliente.
Inmediatamente después de eso se dirigió a apagar la luz, el interruptor se encontraba a mis espaldas. En ese momento mi corazón se aceleró, pensé que me iba a hacerme algo y estuve a punto de levantarme y salir corriendo cuando se acercó a mí, encendió una lámpara en forma de lápiz y me revisó los ojos, luego los poros de la nariz, siguió con las orejas y terminó pidiéndome que abriera la boca y sacara la lengua.
Al terminar volvió a encender la luz y yo respiré otra vez. Por segundos recuperé la tranquilidad pero luego todo se puso peor de raro. Me dio la orden de colocarme la bata para revisarme. Yo me metí al biombo para cambiarme.
Me pidió recostarme boca arriba en la camilla y me dijo que me subiera la bata hasta las rodillas. Luego comenzó a auscultarme el abdomen, desde debajo de mis senos hasta el vientre bajo, como en forma de masaje. Siguió con pequeños golpes y terminó por presionarme cada parte con las yemas de los dedos para saber si sentía molestia.
Algunos de estos toques me dolieron, pero sabía que era necesario para la revisión. Luego bajó sus manos por mis piernas, hasta llegar a las plantas de los pies y moverlos en forma circular hasta que tronaron, eso sí nunca me lo habían hecho en el gastro.
Después me pidió que me volteara boca abajo y mientras lo hice, se dio la vuelta y me pidió que le avisara cuando estuviera lista. Yo me volví a acomodar la bata hasta abajo, me cubrí lo más que pude.
Y en ese momento comenzó revisando mis riñones con pequeños golpes y luego me preguntó si mi periodo estaba alterado, pues había notado que debido a la colitis estaban muy inflamados mis ovarios y los riñones también.
Me preguntó a qué me dedicaba para saber si mi trabajo era muy estresante y me dijo que tenía que tronarme la columna y apenas terminó de decirlo cuando sentí cómo recargó su codo en mi espalda con todo su peso y tronaron todos mis huesos. Yo en ese momento me sentía en el quiropráctico en vez del gastro.
La revisión duró unos 5 minutos pero se me hicieron eternos porque no me sentía cómoda con lo que estaba pasando, no entendía si era normal, si él daba así la consulta o si estaba manoséandome y era un abuso.
Al terminar, me dio la mano para bajarme de la camilla y me pidió que me vistiera. Cuando salí del biombo, él estaba viendo su celular y de pronto comenzó a reproducir audios de WhatsApp con la voz de su hija, quien le decía que su teléfono se había descompuesto y necesitaba que le comprara otro.
Yo seguí allí sentada y él reprodujo más audios largos, hasta que le dije que si iba a darme de alta o tenía que tomar más medicina. Entonces comenzó a decirme que su ex ponía a su hija a que le pidiera cosas y que en realidad eran para ella, que estaba harto.
No podía creer que estaba hablándome de cosas personales en plena consulta, yo me sentía muy incómoda con todo. Por fin comenzó a hacer mi receta, me dijo que iba a mandarme tratamiento por un mes más pero que tenía que ponerme una inyección en ese momento.
Le pregunté que para qué la inyección si yo no me sentía mal, pero respondió que para bajar la inflamación más rápido. Le dije que no, que no quería que me inyectara, que me diera la receta porque ya tenía que irme. No iba a permitir que me pusiera otra mano encima, además yo no tenía dolor, no veía necesario lo que quería hacer.
Me dio la receta, indicaciones y me dijo que había anotado su WhatsApp por si tenía dudas, se levantó, me extendió la mano y me dijo que necesitaba relajarme mucho, que la próxima vez quería verme menos tensa. Yo salí de allí sin saber qué hacer, sin saber si era yo la que estaba exagerando, si todo eso era normal. Eso pasa con este tipo de violencia, te hace dudar y te confunde.
Salí a agendar mi próxima cita con la recepcionista y me fui del hospital. Al salir le llamé a una amiga para contarle lo que acababa de vivir. Ella me dijo que eso no era normal definitivamente. Y lo peor es que yo olía a su perfume porque se lo puso en las palmas de las manos, entonces me lo impregnó al auscultarme.
Una semana estuve procesando lo que pasó y luego decidí regresar al hospital para hablar con el director, todavía iba dudosa de si el médico así daba su consulta, pero quería dejar claro que no me había sentido cómoda y que no estaba bien sentirse así como paciente.
El director me indicó que dos pacientes más ya lo habían denunciado por lo mismo, exactamente lo mismo, y mi testimonio solamente reforzó el porqué ya lo habían despedido y reportado a la Conamed (Comisión Nacional de Arbitraje Médico).
En ese momento supe que debí parar esa consulta desde el momento que me sentí incómoda, desde que apagó la luz para revisarme con su lámpara. Algo que no les mencioné es que este seudo médico es joven (35 años), alto, delgado y con una imagen muy cuidada. Supongo que también aprovecha su aspecto para abusar de sus pacientes.
Al final hice lo correcto: denunciar.
A continuación te dejaré los contactos de instituciones en las que puedes realizar tu denuncia contra violencia de género. ¡Mujer, tienes derecho a vivir sin violencia! ¡No lo olvides!
Naces, creces, buscas marido, te reproduces y mueres, ese era el ciclo biológico patriarcal que establecieron para las mujeres, pero hoy en día somos más las que estamos terminando con la doblegación a la que hemos estado sometidas.
Orgullosamente soy mujer, soy feminista, estoy trabajando en cambiar y derribar los micromachismos aún presentes en mi cotidianidad, y soy parte de ese grupo que prefirió independizarse y empoderarse antes que depender de un hombre.
Y también soy la rebelde de mi familia materna, la primera mujer en no salir de casa de sus papás vestida de blanco para formar una familia al lado de un hombre, sino de construir su propio concepto de hogar, pagándose sus cuentas y cumpliendo sus sueños de independencia total.
Crecí en una familia funcional, soy producto de un matrimonio feliz y estable pero que se constituyó por dos personas que habían tenido formaciones muy distintas. Mis familias no son originarias de la Ciudad de México, somos provincianos y yo soy parte del sueño chilango.
Por un lado, mi papá tuvo más y mejores oportunidades, en su familia seguía presente el machismo pero las mujeres ya comenzaban a revelarse, a terminar carreras universitarias, a independizarse y a valerse por sí mismas, incluso a vivir con sus parejas en unión libre y no tener miedo del qué dirán. Creo que mis genes de rebeldía vienen de este lado.
Pero la familia de mi mamá es más tradicional, ellos son de rancho literal, de botas y sombrero, por lo que sus creencias están más arraigadas al patriarcado, así que a las mujeres de este seno desde que nacen se les inculca que deben ser buenas cocineras, buenas mamás, buenas amas de casa y serviciales con sus maridos y con los demás.
Yo agradezco que mis papás me hayan dado tantas oportunidades, que no limitaran ninguno de mis sueños ni mis ideales porque gracias a eso es que soy feliz y una persona congruente.
El primer gran sueño de mi vida no era encontrar un buen marido, casarme en una boda de princesa o construir un hogar con hijos y perros incluidos, sino salir de mi nido para construir mi propia casa, mi casa para una. Y como cada meta que me pongo, ¡lo conseguí! Y eso me hace sentir poderosa.
Mi familia jamás me ha juzgado, todo lo contrario, pese a que ellos tienen creencias distintas debido al lugar, contexto y condiciones en las que crecieron, celebran conmigo lo que hoy soy y lo que tengo. Incluso, me llena de orgullo haber sido la primera en romper con el “deber ser” de las mujeres de la familia, pues al ser la nieta mayor, ahora mis primas o sobrinas están también haciendo grandes cambios en su forma de vivir.
Cada vez que alguna de mis primas me escribe para decirme que me admira o que mis sobrinas me dicen que cuando crezcan quieren ser como yo, sé que tengo una responsabilidad grande de ser un buen ejemplo, el ejemplo de que las mujeres también podemos y merecemos.
Quiero aclarar que no juzgo si alguna mujer sueña con casarse, ser mamá o ser ama de casa, al contrario, si eso la hace sentirse feliz y plena, es lo que debe construir. A lo que me refiero es que no todas las mujeres deseamos solamente eso o que si alguna no lo quiere, no vale menos. Cada mujer debe ser lo que a ella le dé su gana.
Así como los hombres, desde el inicio de la historia, son todo lo que quieren, NOSOTRAS también debemos. Seguirán juzgándonos, sí, porque el machismo es hierro duro, pero hagamos oídos sordos y concentrémonos en nuestras vidas. Y, como mujeres, seamos empáticas con las demás, no juzguemos a las otras por su forma de ser y de pensar, eso sí, siempre respetando mutuamente, porque tampoco está padre exigir sororidad cuando no se está dando.
Está próximo a conmemorarse otro Día Internacional de la Mujer, que arranca con un nuevo año de lucha por exigir seguridad para las mujeres, equidad de derechos humanos, laborales, sexuales y económicos y eliminar la discriminación y violencia contra nuestro género. Mujeres, seamos ese cambio por NOSOTRAS, por las generaciones futuras y por las que nos arrebataron.
El éxito de una mujer debe ser la inspiración de la otra.
Me gustaría leer tu historia de empoderamiento femenino, compártela conmigo y sé inspiración para todas. Les mando corazones morados y nos vemos en la marcha del 8M.
Hemos oído hablar del ‘mansplainig’ y del ‘manterrupting’, pues ahora se les une el ‘hepeating’. Tal vez no hayas oído de la palabra, pero al igual que las anteriores es un comportamiento machista y de seguro te ha pasado o conoces a alguien que le ha pasado. Nosotras te contamos más sobre este comportamiento.
¿Qué es el ‘hepeating’?
Según el sitio web Women’s Health, el hepeating sucede cuando una mujer propone una idea y se le ignora, pero después un hombre lo repite, de manera que se apropia de la idea y se lleva el crédito de ella.
La palabra surgió en noviembre de 2017, cuando la profesora de física y astrónoma Nicole Gugliucci compartió en su cuenta de Twitter que sus amigas habían creado la palabra para referirse a esas situaciones. La frase es un acrónimo que se formó de la unión de las palabras en inglés “he” y “repeating”, las cuales significan que un hombre repite lo que dicen.
Hasta mayo de este año el tuit había recopilado 105 mil me gusta y 58,8 mil retuits, demostrando que muchas mujeres han pasado por este tipo de situación.
A pesar de tener ya cinco años de que surgió la palabra, pocas son las personas que conocen su significado o saben de su existencia, sobre todo en el español.
Algunos ejemplos de ‘hepeating’ en la historia
Este comportamiento machista y sexista no es algo nuevo en el mundo. Como muchas de las prácticas machistas, existe desde hace muchos años y solo apenas se le ha dado la importancia que merece.
Uno de los casos más cercanos de este tipo de comportamiento es de Margaret Keane. Ella fue una pintora reconocida por sus obras con personajes de grandes ojos y porque su esposo se atribuyó el crédito de las pinturas. Durante mucho tiempo ella no supo que la gente pensaba que sus pinturas las hizo su esposo. Cuando se enteró cambió su estilo y su esposo amenazó con matarla si decía que ella los hacía.
Otro caso es el de Esther Zimmer Lederberg, una microbióloga e inventora estadounidense; su esposo firmó con su nombre los trabajos y los logros que ella hizo, por más de 20 años. Uno de sus descubrimientos ganó el Premio Nobel y quien lo recibió fue su esposo.
Cómo combatirlo
Las mujeres que pertenecieron al gabinete durante la presidencia de Barack Obama también sufrieron de ‘hepeating’, pero ellas lo combatieron usando una técnica llamada “la amplificación”.
Esta técnica consiste en que “cuando una mujer menciona un punto clave, las otras mujeres lo repetían, dando crédito a su autor. Esto obligó a los hombres en la sala a reconocer la contribución y les negó la oportunidad de reclamar la idea como propia”, relata la periodista Juliet Eilperin en un artículo de The Washington Post.
Si conoces a una mujer a la que ya le pasó esto, podrías contarle que ese es un micromachismo, así la próxima vez sabrá que no es su culpa, sino que es una práctica que hay que erradicar.