Mi romance con un hombre 10 años menor que yo

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A mí me gustan menores, esos que no son señores… bien pude haber cambiado la letra de la canción de Becky G porque debo confesarles, acá entre NOSOTRAS, que tengo un crush con los hombres menores que yo, aunque salir con uno al que le llevaba una década de vida, fue una aventura inolvidable. 

Pero deben saber que esta historia comenzó con una mentira, es decir, él fingió tener más años y yo le creí, porque no sé si al decirme que tenía 10 menos que yo estaría contándoles esta anécdota que es de las más especiales de mi vida romántica. 

Todo comenzó un día de vacaciones en el que decidí ir a la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria para leer unas joyas literarias, además de visitar mi alma máter y recordar mis años de universitaria. En ese tiempo yo tenía 33 años, vivía sola y ya tenía reparado el corazón luego de mi separación con el que casi fue el futuro padre de mis hijos. 

Después de recorrer el lugar y sentarme a leer un rato, intenté ver cómo podía sacar un libro, así que me acerqué al mostrador y la bibliotecaria me informó que no había manera pues ya no era ni estudiante, ni tesista; en esas estábamos cuando apareció él, el clon de Carlos Vela (el futbolista mexicano más guapo según yo). 

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Foto: jarmoluk / Pixabay

Se ofreció a sacar el libro para mí con su credencial. Hizo el trámite y me lo dio. Salimos para ponernos de acuerdo sobre dónde vernos para regresarlo en la fecha que indicaba el sello bibliotecario. Sí noté que era joven, pero nunca imaginé que tendría una década menos que yo. 

Nos presentamos y nos sentamos un rato en los pastitos de Las Islas a platicar, me dijo que estaba haciendo su tesis, que tenía varios años que había acabado la carrera en diseño industrial, pero tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en el posgrado de su facultad y por ello hasta ahora había comenzado su proceso de titulación. Añadió que tenía 29 años.

Era originario de Hidalgo y vivía en la colonia Anáhuac, a unos 10 minutos de mi casa. Su papá le rentaba a él y a su hermano menor un departamento porque ambos estaban en CU, su hermano estudiando arquitectura y él trabajando en el posgrado de diseño. 

Además dijo que algunos fines de semana trabajaba con su tío como chofer suplente de un tráiler que transportaba alimentos a Estados Unidos.

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Foto: IG @carlosv11_

Su estilo me mató, tenía barba cerrada, unas pestañas largas y rizadas y expansiones en las orejas. Vestía todo de negro, con los jeans rotos, playera de banda de metal y sudadera. 

Nos volvimos a ver cuando le entregué el libro en una de las sucursales de la churrería El Moro, la que está en Río Lerma, muy cerca de mi casa. Cada quien compró sus churros y nos sentamos a platicar y a reír de la vida, era muy ocurrente. Al final de ese “date”, me besó y yo quedé encantadísima. 

La siguiente cita fue en su departamento, es día su hermano se iba a quedar con su novia, así que estábamos solitos y pues sí, pasó lo que se imaginan. Tuvimos una noche deliciosa de puro placer y al terminar, me llevó a mi casa. 

A los tres días nos volvimos a ver, ahora en mi departamento, llegó con cervezas y qué creen, se quedó a dormir. Yo no invito a dormir a nadie a menos que ya sea una relación más seria, pero lo vi tan cómodo que no quise echarlo. 

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Foto: stokpic / Pixabay

Dormimos de cucharita y a la mañana siguiente despertamos con otra dosis de placer y preparamos el desayuno juntos, los peores chilaquiles de la historia porque ninguno de los dos sabía cocinar, pero nos divertimos. 

Así poco a poco comenzamos a vernos cada vez más seguido hasta que fue diario, generalmente en mi departamento porque yo vivía sola y era más cómodo. 

Él nunca me invitó ni un helado, cada quien sus “cubas”, lo cual me parecía raro, pues cuidaba cada peso y se supone que tenía dos trabajos y el papá le pagaba la renta. Pero yo estaba viviendo mi romance que me tenía complacida en todos los sentidos, pero sí, más en el sexual. 

Yo estaba radiante, llegaba a la redacción del periódico siempre sonriendo, sin creerme que tenía a mi propio Carlitos Vela en mi cama. Me daba vida y tal vez allí me hubiera quedado un buen rato, pero llegó el día en el que me confesó que me había mentido, que no tenía 29 años, que tenía 23 y estaba haciendo su servicio social en el posgrado de diseño. ¡Era universitario! No trabajaba y por eso cuidaba cada peso.

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Foto: geralt / Pixabay

 

Además de que tenía una novia en Hidalgo, que había conocido en la prepa y a la que veía cada dos meses, cuando iba de visita para allá. Y que tenía que dejar de verme porque ya no se me quería despegar pero él y yo no teníamos futuro, pues yo era muy mayor y su familia nunca iba a aceptarme. 

No sé qué de todo me dejó más fría, pero definitivamente escuchar que ya no íbamos a vernos me ponía triste. Me estaban obligando a bajarme del carrusel en el que me estaba divirtiendo como nunca y sin previo aviso. Allí entendí que los placeres son breves pero por eso se disfrutan tanto.

Cumplió su palabra, no lo volví a ver, no me volvió a escribir ni a buscar y tiempo después cambió su número de teléfono y su Instagram. Se acabó pero él siempre estará en mi top 5 de romances inolvidables. 

Más que colágeno para mí fue una aventura que no esperaba vivir, pero que necesitaba para reafirmar que “los para siempre” no existen, pero que “los mientras tanto” son mucho mejor. 

Mi romance con un futbolista que no supo meter gol

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Soy pambolera desde la cuna, mis papás se conocieron en las canchas y gracias a este deporte es que yo existo. Así que cuando comencé un romance con un futbolista profesional me sentí ganando el mundial de la vida.

Esta historia comenzó poco antes de la pandemia del 2019, cuando las redes sociales se usaban más para conocer gente que para informarse o entretenerse. Una noche me llegó el follow a Instagram de un hombre sexy cuya biografía era breve pero concisa: “Ex futbolista profesional y director técnico que vive la vida al máximo”. Teníamos de amigo común a mi primo.

Le regresé el follow y después de eso vino un DM pidiéndome mi WhatsApp. Me mandó un mensaje de voz para decirme que le había aparecido una güerita sexy a la que tenía que darle las buenas noches. Su tono de voz me mató, muy cronista deportivo con acento entre argentino y mexicano.

Después me dijo que era mexicano pero su carrera se había desarrollado en Bolivia y Argentina. A sus 35 años ya estaba retirado y se dedicaba a formar futuros futbolistas, además de colaborar en un podcast.

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Foto: viarami / Pixabay

No sabía si tenía talento para dominar el balón, pero me quedaba claro que era un gambetero de la palabra y sabía conquistar a la primera. A mí ya me tenía interesada en menos de lo que dura un tiempo extra. ¡Notable, sobresaliente!, como diría Martinoli. 

Se despidió pero me dejó la liga de su programa para escucharlo. “Descansa güerita sexy, nos tiramos mensajito mañana”, escribió. Puse el último episodio de su podcast para escucharlo antes de dormir. 

Me encantó el programa, él era el más carismático y bromista, el que le ponía el “sabor” a la charla. Era oficial, yo ya traía su camiseta bien puesta. 

Esa misma semana me invitó a salir, propuso unas chelas. Me preguntó cuáles eran mis preferidas porque llegó a nuestro date con un six de latas. 

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Foto: Matthieu Huang / Unsplash

Fuimos a un bar. Se veía guapísimo, traía el corte de pelo de moda entre Neymar y Cristiano Ronaldo, con una línea rapada de lado. Además olía delicioso, un perfume que iba perfecto con su personalidad y su actitud ganadora y dicharachera. 

El tiempo se pasó volando, eso sucede cuando estás con alguien que te hace reír sin parar. Me la estaba pasando máximo, sentía como si estuviera con alguien que conocía de toda la vida.

Cuando volvimos a casa lo invité a pasar, además teníamos que tomarnos el six que llevó, porque entendí que eso pretendía. ¡Muy bien bajado ese balón! 

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Foto: We-Vibe Toys / Unsplash

Seguimos platicando hasta que yo decidí besarlo. Muy de mí dar el primer paso. Ese beso encendió todo, me cargó para llevarme a la cama. Cuando se quitó la ropa me encantó todo lo que vi: un cuerpo bien torneado color chocolate, mi debilidad más grande. 

Me llenó de besos en los muslos, nunca me han vuelto a besar igual. Pero luego se aceleró demasiado, no fue nada de lo que imaginaba pues esperaba un buen rendimiento. Además no sentí esa conexión que embriaga y, por supuesto, no tuve un orgasmo. 

Nos volvimos a ver el siguiente fin y nuevamente fue pésima la experiencia sexual. Lo triste es que no sólo yo estaba insatisfecha, él tampoco disfrutaba porque estaba preocupado en darme una gran experiencia. Con él todo maravilloso, pero el sexo era espantoso, como un partido sin goles. 

Esa situación me enfrió y nos fue alejando, yo ya no estaba disponible todos los fines de semana para él, lo cual le molestó hasta que un día me dejó de buscar.

Unas semanas después le escribí y me respondió que estaba feliz estrenando novia. WTF! Si bien no había funcionado el romance entre nosotros, tenía dos minutos que nos habíamos alejado, pero luego entendí que a él le urgía meter “gol” y conmigo no lo había logrado. Así que allí murió mi sueño gambetero. ¡Expulsado!

Luego vino la pandemia y su programa no sobrevivió, dejé de escucharlo; además abandonó sus redes sociales, se convirtió en un fantasma. 

Mi primo se casa en un par de meses, no sé si lo invitará a la boda, pero si nos reencontramos, les contaré en una próxima columna. 

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