Naces, creces, buscas marido, te reproduces y mueres, ese era el ciclo biológico patriarcal que establecieron para las mujeres, pero hoy en día somos más las que estamos terminando con la doblegación a la que hemos estado sometidas.
Orgullosamente soy mujer, soy feminista, estoy trabajando en cambiar y derribar los micromachismos aún presentes en mi cotidianidad, y soy parte de ese grupo que prefirió independizarse y empoderarse antes que depender de un hombre.
Y también soy la rebelde de mi familia materna, la primera mujer en no salir de casa de sus papás vestida de blanco para formar una familia al lado de un hombre, sino de construir su propio concepto de hogar, pagándose sus cuentas y cumpliendo sus sueños de independencia total.
Crecí en una familia funcional, soy producto de un matrimonio feliz y estable pero que se constituyó por dos personas que habían tenido formaciones muy distintas. Mis familias no son originarias de la Ciudad de México, somos provincianos y yo soy parte del sueño chilango.
Por un lado, mi papá tuvo más y mejores oportunidades, en su familia seguía presente el machismo pero las mujeres ya comenzaban a revelarse, a terminar carreras universitarias, a independizarse y a valerse por sí mismas, incluso a vivir con sus parejas en unión libre y no tener miedo del qué dirán. Creo que mis genes de rebeldía vienen de este lado.
Pero la familia de mi mamá es más tradicional, ellos son de rancho literal, de botas y sombrero, por lo que sus creencias están más arraigadas al patriarcado, así que a las mujeres de este seno desde que nacen se les inculca que deben ser buenas cocineras, buenas mamás, buenas amas de casa y serviciales con sus maridos y con los demás.
Yo agradezco que mis papás me hayan dado tantas oportunidades, que no limitaran ninguno de mis sueños ni mis ideales porque gracias a eso es que soy feliz y una persona congruente.
El primer gran sueño de mi vida no era encontrar un buen marido, casarme en una boda de princesa o construir un hogar con hijos y perros incluidos, sino salir de mi nido para construir mi propia casa, mi casa para una. Y como cada meta que me pongo, ¡lo conseguí! Y eso me hace sentir poderosa.
Mi familia jamás me ha juzgado, todo lo contrario, pese a que ellos tienen creencias distintas debido al lugar, contexto y condiciones en las que crecieron, celebran conmigo lo que hoy soy y lo que tengo. Incluso, me llena de orgullo haber sido la primera en romper con el “deber ser” de las mujeres de la familia, pues al ser la nieta mayor, ahora mis primas o sobrinas están también haciendo grandes cambios en su forma de vivir.
Cada vez que alguna de mis primas me escribe para decirme que me admira o que mis sobrinas me dicen que cuando crezcan quieren ser como yo, sé que tengo una responsabilidad grande de ser un buen ejemplo, el ejemplo de que las mujeres también podemos y merecemos.
Quiero aclarar que no juzgo si alguna mujer sueña con casarse, ser mamá o ser ama de casa, al contrario, si eso la hace sentirse feliz y plena, es lo que debe construir. A lo que me refiero es que no todas las mujeres deseamos solamente eso o que si alguna no lo quiere, no vale menos. Cada mujer debe ser lo que a ella le dé su gana.
Así como los hombres, desde el inicio de la historia, son todo lo que quieren, NOSOTRAS también debemos. Seguirán juzgándonos, sí, porque el machismo es hierro duro, pero hagamos oídos sordos y concentrémonos en nuestras vidas. Y, como mujeres, seamos empáticas con las demás, no juzguemos a las otras por su forma de ser y de pensar, eso sí, siempre respetando mutuamente, porque tampoco está padre exigir sororidad cuando no se está dando.
Está próximo a conmemorarse otro Día Internacional de la Mujer, que arranca con un nuevo año de lucha por exigir seguridad para las mujeres, equidad de derechos humanos, laborales, sexuales y económicos y eliminar la discriminación y violencia contra nuestro género. Mujeres, seamos ese cambio por NOSOTRAS, por las generaciones futuras y por las que nos arrebataron.
El éxito de una mujer debe ser la inspiración de la otra.
Me gustaría leer tu historia de empoderamiento femenino, compártela conmigo y sé inspiración para todas. Les mando corazones morados y nos vemos en la marcha del 8M.
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