El estrés es parte de nuestras vidas: ya sea en el trabajo, en la escuela o en el hogar, no hay escapatoria. Cuando aparece en exceso y de manera constante tiene repercusiones negativas en nuestra salud mental y física. Pero, ¿el estrés puede ser bueno a veces?
Escuchamos mucho sobre evitar y “controlar el estrés”, precisamente por sus efectos negativos en nuestro estado mental. Sin embargo, existen distintos tipos de estrés que no son necesariamente malos o tóxicos para nuestro bienestar.
¿En qué casos el estrés puede ser bueno?
El “eustrés” o estrés positivo es aquel que experimentamos en un periodo corto de tiempo, que funciona como una especie de anticipación que aumenta nuestro ritmo cardíaco y el ritmo de la respiración, de acuerdo con Stanford Medicine. Ocurre, por ejemplo, cuando nos emociona alguna situación próxima, como sucede con las citas románticas o en partidos de algún deporte.
Este sentimiento nos permite anticiparnos una situación que nos conflictúa, gracias a él podemos reaccionar correctamente. A diferencia del estrés agudo (el “malo”), no es una reacción al miedo o amenaza. Podemos decir que se trata de un problema severo cuando el estrés permanece en nuestras vidas por un tiempo muy prolongado, hasta volverse crónico.
Las metas promueven el estrés positivo, aunque en realidad, la emoción es subjetiva y no todas nos estresamos por las mismas situaciones. Algunos ejemplos que pueden generar eustrés son:
- Proyectos académicos o laborales que te desafíen.
- Aprender sobre un tema que te apasione.
- Actividades físicas, puedes añadirles dificultad cuanto te resulten fáciles.
- Viajar y conocer nuevos lugares siempre será una gran aventura.
Los beneficios del eustrés
La emoción nos motiva y prepara o pone en modo alerta, de esta forma notamos mejoría en el humor y productividad. Otros beneficios del eustrés, según Verywell Mind, son los siguientes.
- Beneficios cognitivos. Bajos niveles de estrés estimulan la producción de neurotrofinas (proteínas que favorecen la supervivencia de las neuronas) y fortalecen las conexiones neuronales. Lo anterior mejora la concentración y productividad.
- Resiliencia. Lidiar con situaciones estresantes mejora nuestra respuesta ante posibles conflictos futuros; es decir, aprendemos a controlar el estrés. Igualmente, conocemos cosas de nosotras mismas, como nuestros límites y habilidades.
- Aumenta la inmunidad. Cuando el cuerpo responde a esta emoción, lo prepara para posibles lesiones o infecciones. Contrario a lo que ocurre con el estrés malo, el eustrés mejora la habilidad de recuperación ante alguna enfermedad o herida.
- Motivación. Si tiendes a procrastinar, seguramente te has dado cuenta que mientras más cerca esté la fecha de entrega de alguna tarea, más rápido la completas. Esto se debe a la cualidad de esta emoción a “motivarnos” a concretar nuestras responsabilidades.
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