México es un país inmensamente rico en cuanto a capital cultural se refiere. Su territorio resguarda cientos de lugares, monumentos, pueblos y tradiciones catalogadas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Existen otros elementos que no son considerados dentro de este patrimonio y que, sin embargo, sí representan parte del legado cultural del país, entre ellas se encuentran expresiones realizadas por artesanos y diseñadores.
Ejemplo de ello son los textiles y artesanías que no cuentan con un respaldo claro que proteja la propiedad de reproducciones ajenas a las regiones, etnias o grupos que los realizan.
Desde hace ya algunos años, se han popularizado las colaboraciones entre marcas y diseñadores con comunidades artesanas. Muchas veces ha surgido la incógnita de si en realidad se trata de un proceso colaborativo justo o si solo se trata de la explotación de sus elementos culturales.
Es aquí donde surge la pregunta: ¿cómo funcionan estas relaciones y qué define si son justas o no?
Por qué deberían ser Patrimonio de la Humanidad
En el Patrimonio Cultural Inmaterial de México se incluyen los conocimientos y técnicas relacionadas a la creación de artesanías, cuya identidad se vincula al pasado y presente de las comunidades transmitida de generación en generación. La Unesco lo define como un factor que mantiene la diversidad cultural frente a la creciente globalización.
Pero no solo el nombramiento basta, se requiere mayor atención y protección a este capital cultural para evitar que se lucre o comercialice con cualquiera de sus variantes en contextos ajenos.
Lamentablemente esto ha sucedido desde siempre, dando paso a una especie de saqueo en contra de grupos vulnerados. Los últimos años se ha dado más visibilidad a esta problemática y sus consecuencias directas e indirectas, sobre las cuales se han levantado quejas y denuncias que, hasta el momento, no han prosperado resultados que impliquen un cambio significativo ni beneficie directamente a quienes fueron perjudicados.
Desde hace varios años se ha manifestado la necesidad de que sean catalogados de esta forma. En 2015, EL UNIVERSAL documentó la declaración de la diseñadora Chloe Saye durante su participación como curadora en el Royal Ontario Museum, en la cual aseguró que los textiles mexicanos deberían ser considerados por la Unesco en la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Al igual que la creativa, otras voces se pronunciaron al respecto en diferentes ocasiones. Aunque la realidad es que se debería priorizar la opinión de quienes se ven directamente afectados por prácticas de reproducción no autorizada en el formato de “inspiración”, principalmente en el contexto de diseñadores y artesanos, que es donde se han registrado mayores incidencias.
La delgada línea entre colaboración, inspiración y plagio
A propósito de este término, debemos mencionar las “colaboraciones” entre diseñadores y artesanos; modalidad que, en ocasiones, deja muy difusa la línea que los separa del plagio.
Las colaboraciones entre comunidades artesanas y marcas han ganado terreno dentro de la industria. Haciendo surgir la incógnita de cómo esto beneficia a cada una de las partes y si los procesos son equitativos. De lo contrario, estaríamos hablando en realidad de una relación trabajador-empleado.
No existe un parámetro que defina cuál sería un proceso colaborativo justo, ya que en todos deben considerarse diferentes aspectos para llegar a una respuesta concreta.
Cabe mencionar que “justo” no es lo mismo que proporcional. Más bien, se hace referencia a la búsqueda de que las relaciones sean redituables para los artesanos y diseñadores involucrados. Es decir, que no se dé el caso de que el trabajo de ninguna de las partes sea malbaratado.
Entonces, ¿qué es lo justo en una colaboración diseñador-artesano?
Consultamos cuatro opiniones cercanas a estas colaboraciones para que nos ayudaran a entender un poco mejor qué es un trato horizontal en estas relaciones. Todo desde su perspectiva, opiniones y vivencias.
1. Mariana Águila, diseñadora industrial
Mariana Águila Alonso, diseñadora industrial y emprendedora, compartió con NOSOTRAS su visión en torno a la tan polémica pregunta: ¿Cómo sería una relación justa entre artesanos y diseñadores?
Desde su perspectiva considera que, aunque es posible llegar a un equilibrio horizontal para los involucrados, en nuestro país aún no existe una relación completamente justa en las colaboraciones de este tipo. Y que más allá de lo que pudiera creerse, el pago no es suficiente ni determinante para establecer un acuerdo benéfico.
Águila Alonso, quien ha realizado investigaciones sobre diseño colaborativo horizontal y trabajo artesanal, menciona además la importancia de que los diseñadores y creativos conozcan el trabajo que se realiza en las comunidades: qué hacen, cómo lo hacen, y si son compatibles con el tipo de proyecto que se pretende realizar, son algunas de las cuestiones que deben estudiarse previamente.
Reconocer los papeles
Para continuar en el camino hacia la búsqueda de la horizontalidad en las colaboraciones de diseñadores y artesanos, es necesario reconocer cuál será el papel que desenvolverán cada una de las partes. De esta manera, se podrá tener un panorama más claro de un trato justo y satisfactorio, pese a que éste no siempre se traduzca en un 50/50 por diversos aspectos.
Mariana Águila también es fundadora de PETATE, una firma de diseño que trabaja con fibras naturales mediante un proceso de colaboración con artesanos mexicanos. La relación pretende también revalorizar el uso de estos materiales, generar vínculos e ingresos a largo plazo para ellos.
Otro punto que no debe ignorarse, según la diseñadora, es tener presente que las condiciones y contextos desiguales generalmente no favorecen a las comunidades. Lo que orilla a sus integrantes a aceptar trabajos que, en muchas ocasiones, son mal pagados y donde, más que un par, son vistos como “mano de obra barata” para subsistir.
2. Samuel García, artesano y diseñador
Buscamos conocer una voz que se viera atravesada directamente por estas problemáticas originadas a partir de las “colaboraciones”.
Platicamos con Samuel García, contador, diseñador y artesano originario de Hidalgo, región donde se realizan los conocidos tenangos.
García se desplazó a la Ciudad de México para estudiar la licenciatura en Contaduría en la UNAM, dejando atrás su vida familiar y pausando sus actividades como artesano, las cuales adquirió como parte de la herencia cultural de sus ancestros.
Durante la carrera, Samuel tuvo la visión de cómo podía fusionar los conocimientos para realizar los bordados que se realizan en su región de origen. Estos diseños con comúnmente llamados tenangos y se crean a partir de trazos artesanales únicos entre sí.
Es así como, gracias a ello y al impulso que recibió por parte de su entorno, abrieron Më M’onda, una tienda para que así los diseños creados por ellos y otras comunidades artesanas, entre las que se encuentran artistas huastecos, serranos y otomíes, pudieran llegar a más lugares.
La tienda cuenta con una sucursal física en Coyoacán y opera bajo el concepto de tienda en línea, con Instagram como plataforma de venta.
Sobre cómo han hecho funcionar esta dinámica y cuáles son sus opiniones al respecto, Samuel García menciona que en internet resulta más complicada la transacción. Sobre todo debido a que, al verlas únicamente en fotografías, no son del todo conscientes de cuidadoso diseño y el trabajo que representa cada pieza.
No abaratar procesos ni productos
En cuanto a cuál sería una definición de trato justo entre diseñadores, marcas y artesanos, García sugiere que se siga una línea donde no se abaraten los procesos ni los productos, pues esto afecta de forma directa a las comunidades artesanas.
Una situación que representa los estragos de estos pagos deficientes, son las pocas oportunidades que le quedan a los artesanos para elegir un trato conveniente. Es decir, se podría dar el caso de que los diseñadores/marcas se inclinen a contratar los servicios de quienes por necesidad aceptaron una recompensa menor. O a los artistas no les queda más opción que acceder a estas colaboraciones para “no perder” ese sustento.
Sanuel García piensa también que el hecho de que se estén dando tantas colaboraciones y que las comunidades acepten de inmediato, es una forma de protegerse del plagio. Ya que así al menos pueden obtener una ganancia directa, cosa que de darse un supuesto robo de conceptos, resultaría muy difícil.
3. Julia y Renata, diseñadoras
Julia y Renata, la dupla creativa originaria de Guadalajara, compartieron con Nosotras una breve visión de lo que para ellas es una relación horizontal. Partiendo a partir de su experiencia como diseñadoras y por las colaboraciones que en diferentes oportunidades ellas mismas han encabezado.
Las hermanas Franco coinciden en que, desde una postura de privilegio como la tienen las marcas y diseñadores, para que la relación sea lo más equitativa posible un buen comienzo es asesorar a las comunidades financieramente.
Para que así puedan ganar lo justo para vivir y no para sobrevivir, puntualizan. Esto no quiere decir que se les deba fijar un precio obligatorio a las artesanías. Sino hacerles saber cuando estos importes están por debajo de lo que en realidad deberían valer.
Comentan que les ha ocurrido que un artesano les da presupuesto de una pieza, sin embargo, muchas veces son menores a lo que valen. Entonces es ahí donde entra el asesoramiento. Cuánto vale en realidad y por qué. Tomando en cuenta el costo de los insumos utilizados, el tiempo y el trabajo que se le dedicó a cada una de éstas.
Además, reiteran la importancia de que estas relaciones y colaboraciones estén basadas en el respeto por sobre todo. Que los créditos y el reconocimiento, aunque son necesarios, jamás sustituyen al pago.
Así como de desprenderse de la idea de que se les debe de enseñar o educar. Y tener siempre presente que es un proceso en el que todos tienen algo que aportar.
4. Mafer Medina, diseñadora y artesana
Una visión más que consultamos fue la de Mafer Medina, artista y comunicadora visual dedicada a fabricar libretas y cuadernos 100% artesanales, quien numerosas veces ha observado de cerca estas dinámicas dentro de las colaboraciones.
Medina, quien estudió Diseño y Comunicación Visual, considera que en las relaciones donde se pregona una colaboración entre comunidades y marcas no existe una horizontalidad. El aspecto más lejano es el económico, puesto que son las industrias quienes se quedan con la mayor parte de las ganancias, aun cuando el trabajo no haya sido equitativo.
En sus propias palabras, explica que se trata de una especie de cadena, en la que los últimos en ser priorizados son los artesanos. De lo contarrio, estos terminarían siendo meramente empleados.
Una alternativa que le resulta viable para lograr asemejar un poco la tan mencionada horizontalidad, sería si las marcas distribuyen las cargas de trabajo. Considerando el esfuerzo que implica la elaboración de las piezas y otros aspectos de que surgen durante los procesos creativos.
Asimismo, las comunidades artesanas y artistas deben dejar de ser vistos como mano de obra, puesto que realizan una parte fundamental en estos procedimientos.
“Tienen que ser conscientes de que es un trabajo 50/50, donde las ganancias y el reconocimiento deben ser por igual. Una relación de sociedad podría resultar conveniente y acercaría más a los artistas a obtener mayor claridad en el aspecto monetario e intelectual”.
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