En redes sociales se pueden encontrar testimonios que hablan desde su efectividad casi milagrosa en la ansiedad o depresión, hasta relatos sobre efectos no deseados como dolores de cabeza, dificultad para dormir o que simplemente no notaron cambios. Ante tantas dudas y opiniones, hablamos con un grupo de expertos para entender si las microdosis de hongos son una alternativa real o solo una moda.
¿Qué son y cómo funcionan las microdosis de hongos?
Se trata del consumo de una cantidad reducida de hongos del género Psilocybe, el cual no produce efectos alucinógenos, pero sí actúa en los receptores de serotonina en el cerebro mediante el compuesto psilocibina, generando algunos cambios. Por su parte, la serotonina es un neurotransmisor que tiene un papel crucial en la regulación tanto del estado de ánimo, como de la percepción y el sueño, entre otras funciones.
A través de estas interacciones cerebrales se espera la reducción de los síntomas de algunas condiciones como la ansiedad y la depresión, algo que vivió en carne propia el cofundador de Mushlove, José Piña, empresa que fabrica y comercializa productos a base de psilobicina, quien empezó a consumir microdosis para el manejo de la depresión y, posteriormente, aprender sobre el cultivo para el autoconsumo, según relata.
Piña cuenta que en los últimos meses han aumentado las ventas de microdosis con fines terapéuticos, principalmente entre mujeres de 25 a 35 años. Actualmente, tienen cápsulas con distintas concentraciones que recomiendan tomar de manera continua por tres meses. Para orientar a los usuarios principiantes, desarrollaron un cuestionario para que cada quien detecte su necesidad y microdosis inicial.
Beneficios vs. Riesgos
Algunos de los efectos positivos de las microdosis han sido registrados en estudios a pequeña escala, como el realizado por la Universidad Johns Hopkins, que probó la psilocibina junto con psicoterapia en adultos con depresión mayor y registró reducciones de los síntomas.
Sin embargo, para Hugo Sánchez Castillo, profesor titular en la Facultad de Psicología y jefe del laboratorio de Neuropsicofarmacología de la UNAM, los beneficios tan popularizados hoy en día podrían no ser tan reales: “Esto en muchas ocasiones tiene que ver más con la expectativa de la persona y con su deseo de recuperarse. Entonces le atribuye a lo que consumió una mejoría. En el caso de las microdosis encontramos que muchas personas están experimentando estos efectos placebo porque en realidad no tienen un efecto significativo”.
Castillo no considera que haya una forma recomendable de consumirlos, por lo que ante padecimientos como ansiedad o depresión lo más responsable “es que vayan con un profesional de la salud real (…)”.
Por su parte, la psiquiatra Verónica Delgado cree que “estamos frente a una realidad” con el auge de las microdosis, aunque considera que aún falta evidencia para poder incorporarlos. “Si bien ha habido esfuerzos por investigar, sobre todo en otros países, la evidencia es muy empírica todavía”.
Hay que recordar que “toda sustancia que entra en el organismo, sobre todo que tiene un efecto sobre el sistema nervioso central, va a generar algunas modificaciones en funciones específicas en la parte racional, cognitiva”, y eso puede traer consecuencias tanto positivas como negativas, explica Delgado.
Desafíos y vacíos
Piña admite que estandarizar la producción y la calidad “es un reto”, pues se hace de manera artesanal, aunque reproducen en cada cultivo las mismas condiciones de suelo, humedad y temperatura, además de trabajar solo con cinco cepas, para tratar de obtener los resultados más parecidos posibles.
Por su parte Marisa Ordaz, bióloga especializada en etnomicología, señala que “desde la micología sabemos que incluso entre un hongo y otro o de una espora a otra, las concentraciones pueden ser un poco variables. Y tampoco existen estudios tan masivos que estén probando cuáles son las dosis terapéuticas”, por lo que hablar de microdosis puede ser algo complejo, pues “¿cuál es la microdosis de una dosis que no existe?”.
Desde una perspectiva científica, el psicólogo e investigador de la UNAM Hugo Sánchez Castillo indica que en los antidepresivos o ansiolíticos convencionales ya existen “estudios controlados que han demostrado que esa dosis que te da el psiquiatra es la adecuada para producir efecto”. Y agrega que, en el caso de los hongos, “no estamos seguros de que está llegando al mismo receptor o en qué nivel lo estimula”.
Pero, ¿cuál es la razón de que haga falta evidencia? Uno de los principales obstáculos es que la psilocibina es ilegal en casi todo el mundo.
“En México uno de los problemas para estudiarlos es que legalmente están entre las sustancias consideradas como peligrosas, malamente clasificados junto con la cocaína”, lamenta la bióloga Marisa Ordaz “porque son un área de investigación prometedora que ahorita se encuentra amarrada de manos”.
Por su parte, José Piña aconseja evitar el uso si existe “una condición mental, como esquizofrenia o trastorno límite de la personalidad, pues puede desencadenar algunos episodios psicóticos”.
Una relación ancestral
El vínculo entre la humanidad y los hongos no es nuevo. Ya en el “arte rupestre en Argelia, que data de hace unos 12 mil años, se han encontrado posibles representaciones de cultivo de hongos”, dice Ordaz.
Agrega la bióloga que en muchas culturas los hongos se integraron como parte de la alimentación y eran usados como un recurso medicinal. “En la medicina china, los hongos en la dieta son parte de la medicina preventiva y al estudiar la parte química sí contienen sustancias que son beneficiosas”.
Este enfoque llevó a la química Mirelle Bellon a adentrarse en el fascinante mundo de los hongos medicinales junto a su esposo, químico farmacológico, para fabricar microdosis dirigidas al bienestar con su marca MamaFunga. Algunos de los hongos con los que trabajan son melena de león, cola de pavo, reishi, cordyceps, chaga, shiitake, los cuales no tienen propiedades psicodélicas y pueden ser usados, según la especialista, para mejorar el sistema inmune, la salud digestiva y cardiovascular, ayudar en el tratamiento del cáncer y las infecciones virales o reducir procesos inflamatorios.
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